CAPITULO 43 Elena

179 29 1
                                    

Camino por el palacio, directo a la escalinata que me lleva hasta el lugar donde el libro de Oberón espera por mí a diario.

En los pasados días había descubierto que la teoría de Axel era acertada, hasta donde pude averiguar, mi captor tendría que recitar las palabras sacras al momento de mi muerte —lo que podía ser complicado si pensamos que no tengo la certeza de cómo será mi muerte y si estaré acompañada o no—, para después volver mi alma una esclava del objeto, ¿qué objeto? No tenía la más mínima idea. Debía ser un objeto consagrado y bastante preciado por el esclavo. Además, debía considerar que el alma es energía pura. No cualquier objeto puede contener el alma de un guardián, eso lo sabía. Es por eso que Isadora había sido enviada a mí, porque yo era portadora de una energía elevada, mucho más avivada que el hechicero común y mi cuerpo podría soportar esa cantidad desmedida de pender sin estallar en mil pedazos.

Me faltaban datos, pero estaba armándome de todo cuanto pudiese para prevenir el futuro de mi familia.

Pasaba gran parte de mi día leyendo el libro de Oberón, aprendiendo de él y nutriéndome de su fuerza. Se había vuelto más fácil para mí interactuar con él a medida que los días avanzaban. Ahora era relativamente sencillo poder leer sus páginas sin sentir esa necesidad de emplear hechicería oscura para propósitos negativos.

Sigo andando por el corredor hasta topar con la escalinata que dividía las alas superiores del palacio, bajo las escaleras norte y mis ojos van directo a Lux, que camina por el pasillo principal del recibidor, apresurado.

Su premura llama mi atención considerablemente.

No me toma más de unos cuantos segundos decidir seguirlo, siendo sigilosa y cuidando mi espalda en todo momento. Camino detrás de él hasta dar con el puente que conecta a la cuidad con el palacio. La calle de piedra se exhibe y me veo en la necesidad de detenerme cuando soy reconocida por uno de los guardias, que hace una notoria reverencia que llama la atención de Lux.

El hombre se aproxima a mí, con el semblante inexpresivo y el cabello entrecano alborotado al aire helado. Su brazo está vendado y bien entablillado a su costado.

Debí dislocarlo.

—¿Me está siguiendo? —Pregunta con ironía.

No sabía mucho de este hombre, pero conocía lo suficiente como para que él sí tuviese miedo de mí.

—Dicen que a tus amigos cerca y a tus enemigos mucho más, Lux —le sonrío, de la misma manera en que lo hice en pasadas ocasiones.

—La única enemiga de Goll es usted —dice con firmeza, pero guardando su distancia, algo que debió aprender de nuestro último encuentro.

—¿Cómo se encuentra su esposa, Lux? —le pregunto, ahora empleando la misma ironía que él ha usado para conmigo.

—Ese no es su asunto. Sirva de algo y fornique con el rey para que más descendientes dragones vengan al mundo —se ríe ante su comentario sexista, yo no dejo mi sonrisa.

—Es muy gracioso... —ironizo.

—¿Qué le parece tan gracioso? —pregunta sin perder su gesto victorioso.

—Que alguien tan devoto a una reina extranjera se atreva a decir que yo soy enemiga del reino, es gracioso —Lux pierde la sonrisa en el acto, tornando su semblante totalmente serio.

—No sé de qué me habla —quiere darme la espalda pero no se lo permito, lo detengo mentalmente antes de que pueda girar por completo.

—Voy a darle un consejo, Lux —hago una pausa para rodearlo y estar frente a él, en cuanto puedo verle a los ojos agrego—: en adelante, no le dé la espalda a un mujer como yo, puedo llegar a ser muy peligrosa.

DRÁGONO. El rey dragón © ¡YA A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora