CAPITULO 29 Elena

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Mi hija se ha quedado dormida en mis brazos después de una sedante cena llena de diversos tipos de quesos.

La mujer que cocina para mi hermano era un tanto extravagante al momento de condimentar y enlistar los productos a usar para sus platillos. Se la pasaba parloteando todo el tiempo de lo idiota que era su marido y te hacía reír con las ocurrentes maneras de llevarlo a la muerte mental con una almohada o un mazo.

Al menos eso y la compañía de mis seres queridos, me habían hecho despejar mi mente de lo ocurrido hacía una semana con Draco. Al menos ha mantenido su palabra y no se ha acercado hasta el momento a nosotras, que era lo que más me preocupaba.

Cuando mi hermano volvió del trabajo hace algunos días, me aseguró que Draco firmaría un documento que abalaba que yo tendría la custodia total de Darla, a cambio de permanecer en Goll. No sé cuál era su intensión real —si deseaba acercarse, engañarme o qué pretendía realmente—, pero el hecho es que había cumplido su promesa. A los pocos días mi hermano llegó con dicho papel en las manos y me lo entregó. Venía firmado por el mismo Draco y solamente faltaba mi firma para que estuviese sellado a fuego. Legalmente, ante las leyes de Goll, Darla era sólo mía.

Por otro lado, Draco se había negado a firmar el divorcio, no comprendía el porqué se había negado rotundamente a hacerlo, lo que lograba descolocarme un poco porque pensé que después de lo ocurrido ansiaría su libertad.

Al parecer no era como yo pensaba.

Las noches en esta parte de la ciudad eran serenas, ningún individuo paseaba por las calles, como lo hacían por el centro a altas horas de la noche. Las calles, iluminadas por faros de luz cálida, eran lo único que te permitían apreciar el empedrado que iba de un extremo al otro. La casa de renta de mi hermano era pequeña, muy bella, lo suficiente para tener contenta a mi hija. Quien no deja de jugar en un columpio en el jardín. Axel se encargó de colocarlo para nuestra llegada un día antes y desde entonces el elemento de madera y cuerda se había convertido en el mejor entretenimiento de mi hija.

No cabía duda de que mi hermano estaba totalmente embobado por la dulzura de Darla. Era tanta su pasión que llegaba todos los días con un obsequio, ya fuese una muñeca nueva o un dulce. Lo que fuera que pusiese una sonrisa en la carita de mi bebé.

Hago un pequeño bucle del rizo que se cuela entre la liga de su cabello y la trenza que le he hecho para dormir. Esta es mi manera de conciliar el sueño rápidamente sin tener que recurrir a ver el vacío de mi habitación y removerme hasta quedar inconsciente, y es que desde hacía días no podía dormir en paz. La carga de consciencia que llevo encima es monumental.

«Deberías estar ayudando al amo, deberías servirle», me dice mi molesta consciencia, insistiendo en que pierdo el tiempo, porque cada día que pasa en uno en que Arax está más cerca de mí.

Después de un tiempo considerable en la cama de mi bebé, la dejo dormir sola en su habitación para dirigirme a la mía de puntitas. Era necesario porque si llegaba a descubrirme tendría que permanecer otra hora a su lado hasta que volviese a dormir.

El pasillo está en penumbras, todos duermen. Pasa de la media noche y todos pueden se han sumergido en sus sueños; no como yo, que soy un muerto viviente en una casa que no se siente mía. Por más hospitalario que sea mi hermano gemelo, me siento una intrusa.

Un ligero ruido llama mi atención, viene del exterior, rumbo al jardín. En teoría no debería preocuparme, ya que he notado que Draco me mantiene bajo vigilancia de un guardia que luce como un toro, pero no podría irme a dormir tranquila sabiendo que puede haber alguien afuera y que mi hija estaba sola en su habitación.

DRÁGONO. El rey dragón © ¡YA A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora