CAPITULO 28 Draco

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El viaje hasta Quebereck había sido agotador. He pasado las últimas doce horas en vuelo y aún no veía la montaña del sur.

El clima era caluroso, mas no asfixiante como en Gale, que apenas y podías respirar entre el transito caliente y la humedad de los aires.

A lo lejos se yergue la montaña en pico, floreada y abarrotada de una textura verde que ya había apreciado en otras ocasiones. La montaña del sur, sumergida en bosque espeso que resguarda a cientos de animales. Pero el encanto de este lugar es esa fortaleza que alberga al Oráculo y a los que se cree, son muchos hechiceros.

Mi padre siempre me dijo que acudir a Lara en caso de contingencia sería nuestra mejor alternativa, ya que ella, al igual que los dragones, estaba en este mundo desde hacía cientos de años, con el único objetivo de mantener el equilibrio entre el bien y el mal. Ella misma había sido testigo de la guerra de los diez años, de la opresión de Arax para con Oberón, ella misma había tenido que intervenir, tuvo que meter las manos al fango para ayudar a Tristán Estollbock a ascender al trono, para que los humanos viesen que los dragones no éramos criaturas pertenecientes a Arax, sino que éramos seres ancestrales, venidos de las estrellas para proteger a la humanidad.

Despliego mis alas a los costados de mi cuerpo escamoso y me sumerjo en las profundidades del bosque, recorriendo a toda velocidad los árboles floreados que brotan sus frutos ante la primavera que se alza en este país, absorbiendo los aromas más exquisitos de la naturaleza.

Al final del paraje se alza la fortaleza del Oráculo, un sitio de muros de más de cuatro metros de alto, macizo como una roca y tan imponente como un castillo antiguo.

No se puede volar por encima de este ya que hay un campo energético recubriendo los muros, de esta manera Lara se aseguraba de que sus alumnos no fuesen detectados mediante búsquedas mágicas del exterior. Como ella decía: nada entra, nada sale. Es por este motivo que no podía sentir a Elena, era lógico si manifestamos que ella estaba en este lugar y que yo era externo a él. Todo tenía una explicación coherente ahora, incluido el hecho de que mi esposa no pudiese estar en contacto conmigo. Ahora lo que restaba saber era el porqué. ¿Por qué el Oráculo decidió injerirse de esa manera y apartarla de mí deliberadamente.

Pero, sin mediar más, al tiempo en que pongo las garras en la tierra soy recibido por una mujer de piel oscura y un cabello platinado sumamente rizado. No luce mayor a cuarenta años, no tiene arrugas, ni marcas de edad que demuestren que en realidad tiene más de trescientos años.

El Oráculo; puedo sentir su energía emanando desde el portón que permanece abierto a sus espaldas. Sus ojos violeta me observan desplegando esa sabiduría que todos aseguran que posee, su rostro se enmarca con una gran sonrisa, tan blanca como una nube pura. Y sus rizos rubios se mueven casi imperceptiblemente con el paso del viento. Su vestimenta es sencilla, una camisa abombada con pantaloncillos a juego y unas zapatillas planas bien acomodadas por encima de unas medias gruesas en color blanco.

—Hola, Draco —habla la mujer con una voz armoniosa y sutil—. Te he estado esperando, tardaste un poco más de lo debido.

«¡Maldita!» No puedo evitar pensar, ella fue la autora intelectual de que me negasen a mi esposa cuatro años. Cuatro.

No conocía a Lara en persona, las veces que venimos con el fin de saber algo de Elena, uno de los estudiantes del Oráculo nos recibió, nunca lo hizo Lara en persona.

Había estado en este mismo lugar en dos ocasiones, preguntando por el paradero de Elena, en ambas ocasiones nos fue negada de manera deliberada. No podía concebir tantas mentiras. Ellos veían mi desesperación, mi dolor, inclusive así ocultaron al ser más sagrado para mí.

DRÁGONO. El rey dragón © ¡YA A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora