CAPÍTULO 71 Elena

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Las campanas estallan, se desata el caos. El sonido previene a todos de la llegada de algo nuevo de una nueva batalla que se desarrollará.

El sonido me hace dar un brinco, el pecho desnudo de Draco se agita de la misma manera, incorporándose de la cama con la misma velocidad en que yo lo he hecho.

«Está aquí, puedo sentirlo. Viene por mí, viene por ti...», escucho esas palabras como si fuese la primera vez en que son dictadas.

«Que los dioses nos amparen», le respondo, sintiendo un escalofrío recorrer mi columna vertebral. Mi piel se eriza, se estremece de miedo.

Observo a Draco levantarse de la cama, moviendo la sábana de un tirón y yendo directamente a la ventana para observar el panorama que se extiende del otro lado de la muralla. Puedo estudiar detenidamente el cuerpo desnudo del dragón negro, ya que todo pasa frente a mis ojos en un tiempo pesadamente lento, como si mi mente no quisiera acelerar las horas, como si quisiera detener el tiempo y no lo consiguiera por más empeño que infundiera.

Draco suelta una palabrota, dando un salto hacia atrás para alcanzar la ropa que ya había preparado por la noche en la silla de la habitación. Se enfunda rápidamente en unos pantalones oscuros, una camisa negra, cinturón por encima y un par de botas con cuchillos ocultos a los costados, para luego comenzar con esa armadura de cuero dorado bien definido.

Tiene prisa, sus dedos tiemblan al colocar cada parte del cuero sobre su cuerpo. No puede dejar de verme mientras yo permanezco en la cama con las piernas afianzadas con mis brazos, recibiendo el calor de mi propio cuerpo, uno que necesito.

La sensación de estar cerca de ese hombre me llega hasta lo más profundo del ser, como si de alguna manera la energía de Isadora reaccionara, reconociendo a su antepasado, a aquel sujeto que en algún momento se hizo llamar su padre. Debido a eso se agita, se estremece, me hace sentir con un vértigo irracional, superfluo. Tanta es mi necesidad que me veo obligada a correr al baño y vaciar mi estómago.

Era el peor momento para temer, pero el peso de esa energía aproximándose sólo me hacia tantear el poder al que me enfrentaría. Era superior a mí en muchos sentidos, con siglos de experiencia, con años y años de entrenamiento, mientras que yo sólo tenía algo de control, cuatro años de entrenamiento y poco entendimiento de la vida.

Unas manos fuertes y grandes me acarician la espalda; de arriba abajo, con ternura, con finura. Me levanta el cabello para que no lo bañe de mis propios fluidos, al tiempo que sigue masajeando mi espalda con tanto cariño que me es placentero. Puedo sentirlo temblar aún, enfrascado en el mismo miedo que está consumiendo mi entendimiento. Quisiera poder darle aliento, quisiera poder decirle que todo saldría bien, que habría un mañana para ambos, pero estaba consciente de que la probabilidad para que eso sucediera era baja. Este podría ser el final para ambos, lo sabíamos.

—Lo siento —derramo una lágrima, la observo caer al suelo. Me derrumbo momentáneamente, dejando caer mi trasero al suelo.

—No te disculpes nunca por sentir miedo, preciosa. Yo también lo tengo. No quiero perderte —asegura, acuclillándose frente a mí, sus ojos bien puestos en mi mirada; azul y verde conectados al fin.

—El tiempo nunca hubiese sido suficiente a tu lado, mi amor —las lágrimas corren y corren. El nudo en mi garganta es insoportable.

Draco extiende su mano, la cual está fija en un guante de cuero del mismo tono dorado de la armadura, sus dedos gruesos son lo único que sobresale de las fibras, así que puedo sentir el contacto con su piel cálida.

Intenta reconfortarme.

—Ninguna medida de tiempo hubiese sido apta para demostrarte lo mucho que te amo, mi Elena —es fuerte, Draco siempre lo ha sido y este momento no es la excepción a su propio carácter. Se esfuerza para parecer sereno, lo veo respirar con dificultad, sin soltar una sola lágrima, a pesar de sentirlo derrotado y dispuesto a partir conmigo volando, lejos del peligro.

DRÁGONO. El rey dragón © ¡YA A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora