Él no la buscó, ella lo encontró, justo cuando la muerte los atraparía.
El destino estaba escrito, no había cosa que se interpusiera en el camino de ambos para evitar algo, ellos no eran simplemente dos personas que se habían encontrado, eran almas...
Esperar más tiempo para que el resto de los pasajeros abordaran el tren se me hacia una eternidad y me mantenia con la mirada agachada sobre el reloj sin hacer nada más, hasta que escuché las pisadas de alguien correr y adentrarse al tren, miré, encontrándome con Han Min, ella había abordado el tren, ¿no se suponía estaba festejando el cumpleaños? Fue ahí donde las preguntas surgieron, sin darme respuesta clara pues ella comenzó a llorar, tratando de disimularlo, cosa que yo podía notar por sus mejillas rojas y el reflejo en la ventana de ella misma decía mucho, me preocupaba de cierta forma la razón por la que estaba llorando, pero tampoco quería molestarle y acercarme, pues al parecer de alguna forma debe molestarle que esté todo el tiempo ahí, así que saqué uno de los pañuelos que suelo llevar conmigo en la bolsa del pantalón, la mujer que estaba frente mí tenía una pluma la cual me prestó y yo escribí una nota en el pañuelo de tela, devolviéndole la pluma y pidiendole el favor de llevarle el pañuelo a ella, así evitaríamos tener contacto directo, aquella amable mujer aceptó llevar el pañuelo con la condición de que pudiera prestarle un poco de dinero para su taxi a casa, así que sin remedio accedí, vi la reacción de Han Min, su sonrisa en medio de ese llanto la hacía ver linda después de todo, y desde donde estaba sentado intentaba mirar que nada más allá de un llanto sucediera, admito que verla de esa forma generaba en mi cierta inseguridad, de alguna forma quería protegerla y saber la razón de su tristeza repentina, pues mientras estaba con su madre no parecía estarla pasando mal, vuelvo la mirada hacia la ventana para que no me note, no quiero que se de cuenta de que yo también estoy dentro de este tren, seguro seguiría pensando que le sigo.
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El tiempo transcurrió y cuando todos comenzaron a bajar del tren en Seúl el cielo ya se tornaba oscuro, eran cerca de las siete de la noche, bajé detrás de ella a unos cuatro metros para que no notara mi presencia, de alguna forma quería saber que estuviera bien, por lo que tuve que acceder a mi última opción, seguirle hasta que llegara a donde tuviera que llegar. Bajé las escaleras de la estación sin dejar que se perdiera de mi vista, pero decidí no continuar siguiéndole ya que una mujer la estaba esperando en un auto. ¿Qué era lo que realmente estaba ocurriendo? Esa y muchas preguntas más seguían llegando a mi mente sin parar. Caminé a pasos lentos, no tenía prisa de llegar a casa, mi maleta pesaba, y a cada paso me agotaba más, hasta que finalmente llegué a casa, dejándome caer en la cama y soltando un suspiro, sin embargo no podía dormirme todavía porque debía encontrar lo que perdí bajo la banqueta, salí a prisa encendiendo la linterna de mi celular y tratando de hallar aquella cosa tan valiosa, deteniendome cuando una llovizna comenzó a soltarse de nuevo, lo buscaría al día siguiente cuando el sol saliera y el clima fuera más agradable, pues la lluvia conseguiría que mi vista fuese borrosa por el agua y la luz de mi celular no ayudaba mucho...