Parte 4.
Han Min.
Han pasado un par de días que no asisto al hospital sólo por el hecho de haber estado recurriendo a entrevistas de trabajo que por supuesto me negaron el empleo, si con suerte termino pronto hoy, quizá pueda visitar a Dae, realmente desearía estar a su lado un minuto pues han pasado casi dos semanas y media desde que está hospitalizado.
Doy un paso fuera de casa, mirando mis zapatillas, es día de entrevistas de trabajo y por un instante me siento incómoda con el vestuario que llevo.— No tienes que vestirte así señorita, si sientes las miradas acosadoras. — Soy cubierta por la gabardina de alguien, deteniendome en seco y mirando a la persona que lo ha hecho, esa voz se me hace conocida.
— ¡¿Kim Dae!? — No puedo evitar estar sorprendida, incluso es como haber borrado de pronto mi mente.
— ¿No merezco un abrazo por lo menos? — Su sonrisa es leve.
— ¿De verdad eres tú? ¿No es un sueño? — Miro a mi alrededor y lo abrazo con cuidado. — ¡Eres real! — Una sonrisa amplia se cuela entre mis labios. — ¿Pero cómo? Perdiste la memoria y no me reconocias ni un poco...
— Ha puesto un dedo entre mis labios. — Deberíamos de ir a Seúl, todo se lo debo a esa bruja de magia blanca.
— Me quedo seria. — ¿Ir a Seúl? — Niego.
— ¿Por qué no? Me mudaré cerca de ti, debo empacar y tú podrías ayudarme ¿cierto? — Me ha señalado, casi tocando mi nariz.
— Dae ¿seguro que estás bien? No entiendo nada y tengo miedo de que esto sea un sueño, quiero que te quedes aquí, ¿si puedes? — Vuelvo a abrazarlo, pero esta vez lo escucho quejarse.
— Me quedaré, pero no me abraces bruscamente, duele. — Me separo al instante disculpándome.
— Miro mi reloj de bolsillo. — Debo asistir a las entrevistas. — Digo apresurando el paso, pero soy detenida del hombro por él.
— No vayas. — Hace que lo mire directo a los ojos y este contacto visual me pone nerviosa al grado de darme la vuelta y mirar a otra parte que no sea él, mi corazón se altera y no quiero sentir nada por él.
— Lo siento pero tengo que... — Vuelvo a caminar, sintiéndome nerviosa cada vez más, no puedo creer que sienta ese cosquilleo en mi estómago y las mejillas arder, ¿no es amor o si? — ¡No Han Min no es amor! — De tan desesperada he terminado gritándolo y sintiéndome con mayor razón apenada, Dae acaba de escucharme. — Comienzo a aumentar la velocidad de mis pasos y termino entre los brazos de Dae, pues se ha adelantado en un movimiento rápido poniéndose frente mi y mi rostro a chocado en su pecho, él rodeando mi espalda, tardo en reaccionar. — ¿Por qué? — Pregunto, sintiendo de nuevo esa sensación extraña, de la que no quiero enterarme su significado.
— Por favor solo ayúdame y no digas nada más después. — Ha dicho eso haciéndome sentir más confundida y en un abrir y cerrar de ojos ha unido sus labios a los míos repentinamente, no sé cómo tomar esto tampoco sé si debería corresponder el beso, inconscientemente he rodeado su cuello, pero simplemente no puedo corresponder, para cuando reacciono es tarde, me separo de golpe cubriendo mi rostro y agachando la mirada.
— Dejame irme. — He dicho cortante, echando a correr sin importar si después tropiezo, no sé ni siquiera lo que he sentido en el momento en que me ha besado, solo sé que de nuevo los minutos pasan una eternidad frente mi, fue una estupidez decir que no importaba si me tropezaba, pues realmente he terminado en el suelo, con las rodillas raspadas. —¡Maldita sea! Arde. — Me he quejado y una risa aparece de la nada.
— Esto pasa por huir señorita. — Es él, me mira y no digo nada al respecto, siento que ahora quiero evitarlo. — Dame tu mano. — Ha tendido la suya para que la tome y sin opción lo hago, sin mirarlo a los ojos, quejándome porque al estirarme para levantarme duelen más los raspones, y no quiero pararme, me pongo débil de forma en la que casi he vuelto a caer al suelo pero él me ha detenido con su pecho.
— Dae... — Hablo casi en un susurro. — Tengo vergüenza.
— Por favor solo súbete a mi espalda. — Ha respondido sin importar lo que dije, agachandose para que lo haga.
— Eres un grosero. — Lo maldigo y él solo ríe.
— No dirás lo mismo después porque sabes que siempre estoy para cuidarte...

ESTÁS LEYENDO
Chica Vita. ©
Ficção AdolescenteÉl no la buscó, ella lo encontró, justo cuando la muerte los atraparía. El destino estaba escrito, no había cosa que se interpusiera en el camino de ambos para evitar algo, ellos no eran simplemente dos personas que se habían encontrado, eran almas...