Parte 5
Kim Dae.
Transcurren los días de la semana, por supuesto cargo con toda esta situación, mi padre dejó una carta sabiendo que iba a morir.
"Hice solo mi carta de renuncia porque tengo una enfermedad de muerte de la que ni siquiera tú te has dado cuenta, jamás habría renunciado si creíste que lo hacía por ti..."
Mis sentimientos se mantienen en un cero estable, no siento ganas de llorar, solo una tristeza pequeña que ocupa un 3% de mi corazón por su muerte, y si es de esta forma es porque todo el enojo se ha ido con él, toda mi rabia. Pero en el momento en que mis recuerdos reviven la estabilidad en el cero se rompe, mis lágrimas se derraman y mi mano aprieta un cojín, esta claro que solo he venido a esta vida para sufrir y solo eso. Mi padre jamás mereció existir y aún así vino a ocupar lugar en el mundo.
Dos semanas después...
Preparo un sándwich en la cocina cuando el timbre de la casa suena. Mientras me dirijo a la puerta temo que sea la casera porque mi dinero está casi agotado desde que renuncié a la empresa, pero estoy equivocado, es Han Min quien me mira con una expresión seria.
—¿Alguien tocó la puerta? No veo a nadie. —Digo sin ganas a punto de cerrar pero ella pone su pie para evitar que la pueda cerrar.
—Oye, solo quiero hablar un momento contigo ¿no puedo?
—Te doy diez minutos para que lo hagas. —Camino en dirección a la cocina para terminar de preparar lo que anteriormente estaba haciendo.
—Dae. —Le escucho sin mirarla pero sé que se ha sentado frente a la barra. —No quiero que sigas sufriendo en la vida por cosas que suceden, todos morimos un día en la vida...
—¿Por qué me dices todo esto? No estoy dispuesto a seguirte más. —Me lo digo cuando claramente sé que ese día en que la dejé, volví, pero por la noticia del fallecimiento de mi padre no pude buscarla.
—No te pido que me sigas de nuevo, pero quiero que estemos bien a partir de ahora, no quiero morir sabiendo que nos quedamos peleados, eso sería horrible ¿entiendes? —No respondo a lo que ha dicho, tiene razón pero tampoco podría aceptar a la ligera el que diga que morirá. —¿Debo hacer algo que te convenza? —Sigo sin mirarla, sin responder, pongo el sándwich en un plato a punto de prepararle uno a ella. Pero sus brazos rodean repentinamente mi espalda, sorprendiendome al instante, ¿en que momento se levantó de donde estaba? Y miro sus manos, tiene puesto un anillo el cual observo perfectamente ¿se casó con Daichi? Una sensación me recorre.
—Siento mucho herirte como hasta ahora Dae, no quiero que nada te pase, no quiero que sigamos enojados uno con el otro, no sabemos si es este nuestro último día para vernos.—Me aprieta un poco más entre sus brazos. —No quiero perdernos. —Entonces le alejo de mi mirándole a los ojos.
—No sigas por favor Han Min. —Estoy atado a ella sin darme cuenta antes, me enamoré tristemente. Sus palabras desgarran por dentro aunque no lo demuestre.—Tienes tu vida y yo la mía, tienes a quien amar el resto de tu vida. —Me aguanto las ganas de volver a llorar.
—Lo sé, quiero amarte hasta el último día Kim Dae, tú eres el hombre que debe quedarse en mi vida. —Me deja sin palabras, ¿cómo se atreve? Tiene a otro joven en su vida, yo le doblo la edad, ¿por qué debería quererme a mi? ¿Por pena?
—Niego frenéticamente. —Tu amas a Daichi, ese anillo lo revela más de lo que piensas, ustedes dos se quieren demasiado y deben quedarse juntos, hagamos como que jamás nos conocimos y que solo soy un ángel que te cuida, no puedes verme.—Me doy la vuelta para seguir preparando el sándwich.
Estoy hecho cenizas con todo ello, no puedo ocultarlo porque mis lágrimas me traicionan, se revelan pero ella no puede verme porque estoy de espaldas.—Gracias querido ángel guardián.—De nuevo siento sus brazos rodearme y desearía que este momento se congelara solo para que no descubra a este hombre lleno de lágrimas...

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Chica Vita. ©
Roman pour AdolescentsÉl no la buscó, ella lo encontró, justo cuando la muerte los atraparía. El destino estaba escrito, no había cosa que se interpusiera en el camino de ambos para evitar algo, ellos no eran simplemente dos personas que se habían encontrado, eran almas...