CUATRO

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Al transcurrir la primer semana Ungjae no se había alejado, entonces supo que lo que había dicho era real.
Así fueron pasando las demás, y ellos cada vez se sentían más cercanos.
Pero al llegar al viernes de la cuarta semana todo se volvió diferente.

Sus dolores de cabeza ya eran una costumbre, a las personas normales les ocurre cuando no duermen bien durante la noche, así que para Minho, quién no conocía ya esa palabra, era algo normal. Pero esa noche ya no podía soportarlo así que recurrió a su madre para que le diera un calmante. Gran error.
Cuando el dolor cesó, su cuerpo se relajó y quedó dormido. Menos de cinco minutos después, despertó alterado y gritando como siempre que intentaba descansar.
Su madre, quién hacía años, dormía con un ojo abierto y otro cerrado, acostumbrada a que éstas cosas pasaran, corrió hasta su cuarto para intentar calmarlo.

-Tranquilo bebé, ya estoy aquí.- Luchaba para no dejar salir sus lágrimas. Dolía demasiado ver a su hijo así y que nada lograra ayudarlo.

-¡ESTOY HARTO MAMÁ! ¡¿POR QUÉ NO FUI YO?!-

Y fue ahí cuando ya no pudo soportarlas más. -¡N-No! No digas esas cosas Minho.-

No dijeron otra palabra, cuando Minho se tranquilizó prácticamente obligó a su madre a marcharse para que descansara, y él quedó sentado en su cama, hasta que la alarma que avisaba que debía ir al colegio sonó.

Ungjae notó que algo andaba mal cuando ingresó al salón y un aura oscura y fría lo rodeaba.
-Aléjate.- Su voz sonó tan dura y fría, sin embargo no tuvo miedo, sino más bien, preocupación. Decidió darle su espacio y alejó su banco unos metros.

Los primeros alumnos del lunes por la mañana, eran los mismos que de la última clase de los viernes

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Los primeros alumnos del lunes por la mañana, eran los mismos que de la última clase de los viernes.
Chan estaba rogando que la jornada terminara, estaba demasiado agotado y necesitaba descansar.
Ingresó al salón acomodando un poco su corbata, dejó su maletín sobre la mesa y al levantar la vista para saludar a sus alumnos fue cuando lo vió.
Estaba peor que todas las veces anteriores, su pelo alborotado caía sobre sus ojos y lo único que dejaba ver eran profundas y oscuras ojeras. Su ropa estaba desalineada y su pierna derecha daba golpecitos en el piso sin cesar.
Ungjae, ya no estaba sentado a su lado, pero se encontraba a unos metros mirándolo con pura preocupación.

Intento dar su clase normalmente pero desde que lo había visto, un nudo se había formado en su estómago.
Cuando la campana de salida sonó, vio como Na se acercó a decirle algo y luego salió. Era el último en salir cuando lo llamó.

-Lee Minho.- El castaño se tensó y levantó un poco su cabeza. -¿Puedo hablar contigo un minuto?-

No iba a negar que se asombró cuando aceptó acercarse, en esas semanas no había logrado cruzar ni una sola palabra con él, y cada vez que intentaba hacerlo participar en la clase, era Ungjae quien respondía por él, como rogando con la mirada que no lo forzara.

Al tenerlo sentado frente a él pudo ver como temblaba y eso lo alertó aún más. -¿Te sientes bien Minho? Te noté algo distinto hoy.-

"Distinto" Era la primera vez que Minho oía algo así. Siempre le decían que se veía "raro" o "enfermo". Y él sabía que lo era y que lo estaba, y aún así le dolía oírlo.

Un ataque de nervios lo estaba atrapando otra vez, quería correr, quería irse a su casa y que su madre lo calmara. Sin embargo, el peso en sus hombros y pecho, sus mareos, su taquicardia y temblor corporal no se lo permitieron.
Chan se apresuró a cerrar la puerta del salón y se acercó a él nuevamente. Sacó de su maletín un jugo de manzana que había comprado para beber luego.
-Toma.- Minho no reaccionaba, y esta vez era por la amabilidad de quien tenía en frente.
Había ocurrido antes con otros profesores, sin embargo ellos sólo llamaban a enfermería y lo dejaban solo para que se le pasara o hasta que su madre llegara.
-Bebe, te hará bien.- Su voz sonaba tan amable y ¿preocupada? no lo sabía, pero por alguna razón le generó confianza y aceptó el jugo, bebiéndolo todo de un sorbo.

-Gracias.- Habló tímidamente para que sólo él pudiese escucharlo.
Y así fue, lo oyó hablar por primera vez.
Una voz tan grave y dulce a la vez. Una voz que lo hizo estremecerse. Una voz que quisiera seguir oyendo más seguido.

-¿Quieres que llame a alguien para que venga a buscarte.?-

Y allí reaccionó, levantándose bruscamente y negando con la cabeza. -Tomaré el autobus, y si no me voy ahora lo perderé.-

-Está bien.- Cuando Minho abrió la puerta volvió a hablar. -¿Puedo hablar contigo el lunes?-

Minho aceptó, sólo porque quería irse lo antes posible de allí.

INSOMNIA [MINCHAN-BANGINHO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora