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ahogar un grito y correr a su cama. Indudablemente, las alucinaciones no habían terminado.

-Mañana le voy a contar todo a mami. Si guardo en secreto todas estas fantasías voy a acabar viendo extraterrestres.- pensó.

Pero -por esta vez- les pidió a sus padres que le permitieran descansar con ellos, como cuando era chiquita.

Un rato después, los cuatro Alcobre dormían.

Primero fue un chasquido proveniente de la cocina y que nadie oyó. Enseguida, otro más fuerte que el anterior: algo se estaba resquebrajando. De inmediato, un ruido como de cristales que se parten contra el piso.

Entonces sí que los cuatro se despertaron. 

Se apuraron en llegar a la cocina. Todos los azulejos de una de las paredes se estaban despegando como figuritas de papel, separándose varios centímetros del cemento antes de estrellarse contra las baldosas del suelo.

En pocos instantes, esa pared quedó casi desnuda.

Los chicos se asustaron mucho -por supuesto- pero el padre opinó que se trataba de un mal pegamento.. y que la dilatación de los materiales...  y que ya le iba a reclamar al arquitecto que se había encargado de las refacciones.

La madre puso en marcha el ventilador de techo para refrescar el ambiente cálido de la cocina cerrada, y los invitó a otra vuelta de chocolate, mientras le ofrecía un licorcito helado a su marido.

Una pausa amable antes de regresar a la cama, después de aquel disgusto. Así -pues- los cuatro se sentaron en torno a la mesa redonda, instalada debajo del ventilador.


¡SOCORRO! ( 12  cuentos para caerse de miedo) Elsa BornemannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora