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-¡Papi! -gritó espantada.

Los brazos que surgían del mar se esforzaron y -pronto- la cabeza y el torso de un muchacho estuvieron junto a los de la niña.

La cara, hinchada, amoratada, los labios violáceos.

La cabeza, rubia, de pelo abundante y ondulado.

¡El mismo muchacho que le había parecido ver la noche anterior, reflejado en el espejo del baño!

-¡Papá! ¡Socorro! -volvió a exclamar Greta, una y otra vez,  antes de que esos vigorosos brazos juveniles lograran dar vuelta su kayak.

Pronto empezó a sentir que se ahogaba, atrapada como estaba en la pequeña embarcación.

Sintió que la besaban. Con desesperación. Y que aquellos brazos la arrastraban hacia las profundidades, rasguñándola en el brutal intento de llevársela consigo.

El padre se deshizo de su kayak y nadó hacia el lugar adonde había visto hundirse a su hija.

Logró rescatarla, después de una pelea feroz con quien -en aquellos momentos de horror- le pareció un embravecido animal marino.

Cuando llegó a la costa -con su hija a la rastra- la reanimó.

Greta ya abría los ojos y volvía a respirar por sus propios medios. Fue en esos instantes cuando el papá advirtió que su mujer no se encontraba en las inmediaciones.

La reposera, la revista, los anteojos de sol tirados en la arena. De ella, ninguna otra señal.

Volvió a la casa, cargando a Greta en brazos. Nadie estaba allí.


¡SOCORRO! ( 12  cuentos para caerse de miedo) Elsa BornemannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora