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Muertos de miedo, los hermanos decidieron bajar.

-¿Quién es?-preguntaron a dúo.

Las voces de sus padres casi les provocan un desmayo de felicidad.

Se abalanzaron a la puerta. Quitaron todas las trabas y -finalmente- la abrieron. Al rato, los cuatro estaban instalados en la sala, tomando un reconfortante chocolate los chicos y unas copitas de cognac Juan y Claudia, nerviosos como habían viajado.

-Adelantamos el viaje porque durante todo el día de ayer, el teléfono de aquí daba ocupado. Pedimos reparación pero -igual- no pudimos tranquilizarnos. ¡Ay, Dios!, qué susto nos llevamos al encontrar la casa como clausurada, aunque se notaba que estaban encendidas las luces. ¿Qué les pasó?

¿Contarles todo?

Después de una ligera guiñada cómplice, Greta y Marvin resolvieron que no, aliviados como se sentían en compañía de sus padres y empezando a sospechar que lo aparentemente sucedido no era otra cosa que producto de su imaginación. También, había sido la primera vez de prueba de estar solos tanto tiempo. Y tan lejos.

Únicamente les dijeron que habían oído ruidos extraños... y que por las dudas... por si algún ladrón...

-¡Mañana salimos con lo kayaks! -anunció el padre-. Ahora ¡a descansar todo el mundo!

Greta fue al baño. Iba a apagar la luz para regresar a su habitación cuando el rostro de un muchacho rubio -de abundante cabellera ondulada- se le apareció fugazmente en el espejo, por detrás del suyo. La visión duró una fracción de segundo. El tiempo justo como para que la niña lograra

¡SOCORRO! ( 12  cuentos para caerse de miedo) Elsa BornemannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora