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Hijo: los muertos se desesperan -a veces- por comunicarse con nosotros pero -por más  desesperado que sea ese pedido- no hay que escucharlo. Ellos intentan arrastrar a los vivos hacia su infinita morada.

Lamentablemente -prosiguió el sacerdote- ya les has obedecido. Y con una sola vez basta para que te tengan en su poder. Si vuelves a hacerles caso -ahora que quebraste la promesa que les hiciste- te destruirán.

Sin embargo, sé cómo proceder para protegerte. Existe un único modo y es escribir textos sagrados sobre tu propia piel y sobre todo tu cuerpo. Porque tu cuerpo vivo es lo que se necesita proteger con urgencia. Tu alma es muy bondadosa y sabrá ampararse a sí misma. ¿Me has entendido?

Así fue como -antes de que atardeciera- el sacerdote y su ayudante desnudaron a Joichi y le indicaron que tuviera paciencia ya que -durante un buen rato- deberían escribir sobre su cuerpo aquellas palabras religiosas.

Enseguida, entintaron sus pinceles y empezaron a trazar los signos de un texto sagrado sobre todas y cada una de las partes de su cuerpo: sobre su cabeza rapada, sobre su cara, su cuello, sobre pecho y espalda, piernas, brazos, manos, pies...

Cuando el trabajo ya estaba casi concluido, el sacerdote les recordó que debía ir a ofrecer un servicio a una casa de las inmediaciones.

Dejó a su ayudante -encargándole que finalizara la escritura- y se despidió de Joichi, diciéndole:

-Me apena no poder quedarme contigo esta noche, pero escucha atentamente mis recomendaciones 

¡SOCORRO! ( 12  cuentos para caerse de miedo) Elsa BornemannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora