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aunque -habitualmente- ella le ganara. ¡Es que a Timothy le resultaba dificilísimo concentrarse en el juego, silenciosamente enamorado como estaba de esa jovencita! 

Como verás, nada sorprendente hasta este punto de mi relato.

Pero continúa. Lamentablemente, continúa.

Una tarde -a la salida de la escuela y durante la caminata hacia su casa- Timothy Orwell se cruzó con el matrimonio Brown, viejos vecinos de Maladonny.

Los vecinos no respondieron al cordial saludo de Timothy. Se limitaron a mirarlo como si fuera la primera vez en sus vidas que veían al hijo menor de los Orwell y siguieron su andar, sin prestarle demasiada atención.

-Raro- pensó Tim, pero no le dio demasiada importancia.

-Si algún vecino no responde a tu saludo, no supongas que te tiene ojeriza -le había dicho su madre, una vez-. Seguramente, se debe a que está muy encerrado en sus propios pensamientos. No hay que preocuparse por eso. Vaya a saberse qué problema puede estar distrayéndolo...

Por lo que Tim conocía con respecto a los Brown, los viejos esposos tenían bastantes problemas. De salud, de soledad, económicos...

El muchacho prosiguió su marcha.

Unos minutos después, la señora Farrell con sus dos hijos se le aparecía en la dirección contraria. Varios metros detrás, la hermanas O'Hara y -atravesando la calle como si fuera a su encuentro- el pastor Johnson.

Generalmente, Tim se encontraba -por casualidad- con aquellos vecinos cuando volvía de la escuela y 


¡SOCORRO! ( 12  cuentos para caerse de miedo) Elsa BornemannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora