Capítulo 61.

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Reachele.

Cada maldita parte de mi cuerpo dolía. Y cada maldito sentimiento que albergaba era odio y desesperanza.

Había sido golpeada, ultrajeada, maltratada y abusada tantas veces que había perdido la cuenta. En el fondo, una parte de mi no entendía por qué aún no venían por mi. Por qué parecía que la gente que amaba se había olvidado de mí. ¿Al menos notaban mi ausencia?

Habían noches, luego de la única miserable comida que recibía en todo el día, en las que pensaba y, a decir verdad, probablemente alucinaba, con la gente que amaba.

Pensaba en mamá, en mi hermano, en mi cuñada y en Peter. Eran ellos a quienes más quería en el mundo. Pero luego, cuando me veía llorando adolorida en un suelo asqueroso y frío, era inevitable que ese sentimiento de ligero odio y resentimiento se asentara en mi cabeza como un silencioso y poderoso virus.

—Nos has servido bastante, ¿eh, linda?

Quería vomitar la mayor parte del día: consecuencia de los golpes, la poca higiene y sus manos sobre mi cuerpo cada vez que podía.

Era un hombre terrible, de unos cuarenta años y su colega tenía más o menos la misma edad al parecer. Sabía que uno de ellos se llamaba Hector, aunque me había enterado por error de su falta de discreción.

—No aguantará mucho más. — dijo el tipo, Hector, tomando mi mandíbula sin cuidado para analizarme. — Mírala, sus ojos están desorbitados, está mal.

—¿Y? Jack Kang la necesita: es su mejor arma.

Era increíble que todo lo que yo era lo habían reducido a "la mejor arma de Jack Kang". ¿Tan despreciable era?

Mi cuerpo no respondía, eso lo sabía desde el primer momento, porque de haberlo hecho, ya habría asesinado a estos dos monstruos.

—Bueno. Sí. Y mírala: es un ángel.

Por Dios, solo quería escapar de este infierno en vida que llevaba algunos días viviendo. Días que se sentían como años.

—Basta... — susurré sin fuerzas, porque aunque mis pensamientos aún funcionaban, mi cuerpo casi me había abandonado. — Por f...

Mis ojos se cerraron y volvieron a abrirse tras recibir una bofetada con mucha mucha fuerza.

—Tú no decides aquí, ¿si? Dios, niña, para llevar días aquí, no entiendes nunca, eres más tonta de lo que pareces.

—Venga, déjense de juegos. Hector... ¿te molesta dejarnos... a solas?

Sus risas de maldad retumbaban en mis oídos y la hebilla de un cinturón desabrochándose se escuchaba en algún lugar cercano.

—Vale, vale, pero después es mi turno con ella, ¿si?

—Me da igual. Ya, vete de una vez.

El tipo cuyo nombre aún no descubría y que estaba preparándose para violarme por enésima vez desde que llegué aquí, tomó mis brazos y me arrastró sin cuidado por el piso hasta dejarme recostada y con la espalda apoyada.

Se me puso encima y comenzó a besarme e intenté pararlo, aunque muy en el fondo, sabía que en el estado en que me encontraba, jamás lograría hacerlo.

Pero quería llorar y vomitar. El asco y la repulsión me invadían cada segundo más.

—Por fav... para. — susurró mi voz rasposa, pero entre tantas veces que me habían ahorcado para intentar sacarme información, mi voz estaba destruida.

Mis pantalones y ropa interior me fueron despojadas una vez más y las lágrimas corrían por mis ojos cada vez que sentía su asqueroso cuerpo entrar en el mío como si yo no fuera una persona, como si no tuviera sentimientos.

Amor Antes que Facción: Divergente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora