Amor Antes que Facción: Divergente.

Capítulo 58.

Christina.

Cuando por fin encontré un lugar donde encerrarme, ni siquiera me detuve a ver si había alguien o si él todavía me estaba siguiendo.

Cerré la puerta con fuerza y cuando me volteé, me di cuenta que no estaba sola.

—¿Qué mierda? — fue todo lo que pude decir.

—Christina, no es... no es lo que parece.

Me quedé viendo a Marlene y a Lynn ponerse sus camisetas. A Lynn parecía no importarle demasiado, pero Mar se veía a punto de desesperar.

—Marlene, tú estás con Uriah.

—Pf. Y encima lo mencionas. — se queja Lynn. — Supérate, Christina. Todos tenemos secretos.

—Yo... — respiré hondo. Estaba en una sala que parecía ser de suministros de oficina y acababa de descubrir que Marlene engañaba a Uriah... con Lynn. —Váyanse, por favor.

—Christina...

—Marlene, no diré nada ahora. Solo váyanse; necesito este lugar a solas más que ustedes dos. Y... resuelvan cómo le dirán la verdad a Uriah.

Me sentía mareada, muy mareada.

Ambas salieron sin muchos preambulos. Me senté en el piso, en un espacio entre repisas donde hace unos pocos segundos, dos de mis amigas lo estaban haciendo.

La castaña se detuvo en el umbral de la puerta:

—Chris, ¿necesitas compañía?

—Marlene, por favor, déjame sola.

Lo hizo. Ambas lo hicieron y no podía estar más agradecida de ello.

Me largué a llorar con fuerza, sentía que mi cuerpo por fin se liberaba de la tensión y el dolor que llevaba acumulado.

No podía cargar con todo, simplemente no podía.

La puerta se abrió otra vez y solo atiné a secar mis lágrimas al tiempo que el rostro de Peter se dejaba ver.

No puede ser.

—Está ocupado. — escupí. — ¿Te importa?

—No. — soltó él con simpleza y cerró la puerta tras sí.

»Te vi entrar aquí. Te veías mal. Supongo que no estaba equivocado.

—¿Viste...

—¿A las lesbianas? Bah, las descubrí ayer. Se veía venir.

—¿De qué hablas?

—Se notaba que se gustaban. O al menos una de ellas siempre estaba detrás de la de pelo castaño... ¿me recuerdas su nombre?

—Marlene.

—Esa. Tardó, pero se dió cuenta.

—Oh Dios, Peter, te has vuelto un acosador.

—No. Es cosa de observar. Cuando dejamos de mirarnos solo a nosotros mismos, nos damos cuenta de toda la mierda que pasa a nuestro alrededor.

—Agh. ¿Y tú cuándo te has preocupado por alguien más que por ti mismo? Peter, en serio, quiero estar sola.

—¿Qué ocurre? — preguntó.

—No te incumbe. — respondí rodando los ojos.

Él suspiró y se sentó frente a mi con pose relajada, como si no estuviera realmente interesado.

—Reachele Eaton. — soltó él de pronto y yo levanté la mirada. — Ella llegó a mi vida por una linda casualidad. Y... fue una luz. Vio en mí lo que ni yo fui capaz de ver. Reachele es especial.