Capítulo 81.

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Feliz aniversario de los 6 años del estreno de "Divergente". Disfruten ❤️

Tres meses más tarde.

Tris.

-Tris, cariño. - intervino Tobias, separando sus labios de los míos. - Alex nos necesita.

-No es así. - me quejé. - Le está saliendo su primer diente y llora todo el día, es normal.

Me evaluó un segundo con la mirada y justo nuestro hijo dejó de llorar. Tobias acabó por volver a unir sus labios a los míos con tanto deseo como me esperaba. Nuestras lenguas seguían luchando en una dulce guerra y sus manos en la piel desnuda de mi cintura era algo que no cambiaría por nada del mundo. Me incorporé un poco más sobre su regazo, acariciando con mis manos la piel llena de tinta. El tiempo pasaba, pero sus tatuajes suponían la misma obra de arte ante mis ojos que el primer día que me los enseñó.

Conocía de memoria su espalda: sin ver, sabía cuando estaba tocando las llamas de sus costillas, el símbolo de Osadía en lo alto seguido por el de Abnegación y así hasta llegar al de Cordialidad.

Sus besos húmedos se movieron a mis cuervos, lugar que parecía ser un botón automático para arrancarme suspiros, como si fuera un punto débil.

Aunque así con él, sentía de todo menos debilidad.

Cerré los ojos, dejando atrás el cansancio físico que sentía para abrir paso al placer que suponía tenerlo tan cerca y dispuesto. Pero entonces, los quejidos de Lindsay, desde su cuna en la habitación del frente, interrumpieron el momento.

Tobias separó su boca de mi cuerpo y con la mirada fija en distintos puntos de la habitación, suspiramos, pero no de excitación como hace un segundo, sino por frustración.

-Yo... - dijo finalmente. - Los amo, en serio los amo, pero no hacen más que llorar.

-Todo el día. - coincidí con un humor no muy positivo. Saqué una pierna de su costado y luego la otra para moverme hasta bajo la cama. Él se quedó ahí otro segundo, mirándome como con pena.

Tomé mi camiseta, ignorando que el sujetador estaba en algún lado de la habitación y no quería darme el tiempo de buscarlo. Vi la camiseta de Tobias a unos metros de donde estaba la mía hace un segundo y la tomé para lanzársela. La recibió con una sonrisa frágil y, aunque al llanto de Lindsay ahora se sumaba el de Alex, no pude saltarme el deleite de ver cómo sus músculos se contraían cuando levantaba los brazos y se acomodaba el trozo de tela para cubrir su torso. Que injusto que decidiera hacerlo.

-¿Vas a quedarte ahí parada o qué? - preguntó divertido bajándose de la cama. Sacudí mi cabeza al instante, saliendo de mi ensoñación.

Caminó por la habitación hasta pasar por mi lado, en el umbral de la puerta. Se detuvo frente a mí y se inclinó para besarme la frente con ternura.

Arrugé la frente mientras lo seguía unos cuantos pasos hasta la habitación, aún compartida, de los niños. No quería besos en la frente ni sonrisas de compasión y sé que él tampoco. Pero quería a nuestros hijos y no podía culparlos por... hacer lo que hacen los bebés de cinco meses de vida. Habían sido los cinco meses más maravillosos, no podía negarlo, pero también los últimos dos meses más tortuosos de nuestra relación. Cada vez que nos tocábamos, uno de ellos (o ambos) se ponía a llorar a gritos. Era como si tuvieran un sensor o algo así. El punto era que llevábamos un poco menos de un mes sin poder estar juntos a solas y todos los días eran una rutina desesperante porque o lloraban los bebés o sencillamente estábamos demasiado agotados al final del día como para si quiera intentar besarnos, sobre todo yo.

Amor Antes que Facción: Divergente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora