Final alternativo del libro "Divergente".
《UNA ELECCIÓN FORMARÁ TU VIDA.》
En un mundo donde la guerra de facciones nunca existió:
Tris Prior ahora es toda una miembro de Osadía, pasando con el primer puesto de su generación. Está lista para dejar a...
—¡TENÍAS SOLO UNA TAREA! ¡UNA MALDITA TAREA Y NO LA HICISTE!
La voz de David retumbaba en mis oídos. Mi cabeza dolía producto de los golpes que había recibido. Tris Prior golpeaba con fuerza, de eso no cabía duda.
—Es fuerte. — me defendí hablando al teléfono. — Más de lo que parece.
—¡Es una chica que no mide más de uno sesenta! — gritó y luego suspiró mientras yo intentaba mover bien mi rodilla.
Había corrido lo que parecían kilómetros. Había tomado el tren hasta el fin de las vías y aquí, en los campos cercanos a la valla que rodeaba la ciudad, pensé que sería el mejor lugar para sentarme y bajar la guardia. Además, no habían cámaras.
—Puedo intentar hacerlo de nuevo. — dije con voz cansada. — Otro día.
—¿Otro día? — se burló. —¿Realmente piensas que habrá otro día? Por supuesto que luego de lo que acaba de pasar ella va a ser más cuidadosa. La van a cuidar. Por Dios, Denise. No hay manera de que los Divergentes ganen esta guerra, Tris Prior debe llegar al Departamento antes de recibir un tiro de ese loco de Jack Kang.
A través del teléfono oí cómo golpeaba la mesa, probablemente su escritorio.
—Yo...
—No hables. Solo agravas tu falta. ¿Debo recordarte que si no completas tu misión en Chicago, tus queridas madre y hermana pagarán el precio?
Temblé un poco, tragando saliva. Una mezcla del dolor punzante en mi costado, mi mandíbula y sobre todo mi rodilla, y el miedo.
Fue como un golpe de agua fría a la realidad. La razón por la que estaba aquí era por ellas, para darles una mejor vida, una decente. Suspiré. Ya había separado a dos bebés de una semana de vida del lado de su madre. Ya había roto una familia tal vez para siempre. Ya daba igual, yo ya era el monstruo.
—Dime lo que deba hacer y lo haré. Esta vez sin errores.
—No lo sé. Debo pensar en una nueva estrategia y aún así..., ya no creo que seas la indicada para un asunto tan delicado.
—Pero...
El teléfono se cortó abruptamente.
Y yo me quedé ahí. Sola, helada, adolorida y llena de angustia.
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Tris.
Temblaba.
Sabía que temblaba. Y sabía que debería haberme movido de este lugar donde definitivamente no estaba segura.
