Capítulo extra.

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Reachele.

Termino de vestirme, abrochando el último botón de mi camisa y deslizando la chaqueta de cuero por mis brazos.

Todos estos días y yo sigo sin saber de Peter. Se alejó de mí y no lo he vuelto a ver. O mejor dicho, él no quiere que lo vuelva a ver, porque cada vez que nuestras miradas se cruzan, finge que no me conoce.

Y eso duele tanto.

Ha estado bebiendo. Lo he visto.

Si tan solo me diera una pista, o me dijera por qué se aleja de mí como si nada...

Salgo del departamento, sin ningún ánimo de desayunar. Recuerdo todas las enseñanzas de mi madre, sobre lo mal que hacía no desayunar, pero cuando no tienes hambre, simplemente es imposible.

Además, lo único que quiero es que Tris y Tobias lleguen a Osadía y retomen su cargo, porque el estrés que este implica me está volviendo loca. Y esa es otra de las razones por las que comer no está entre mis opciones. Ni siquiera la tarta osada me sabe bien.

Cuando salgo de mi piso, lo primero que veo es gente correr de un lado a otro, gritando o haciendo comentarios al aire.

Todas corren hacia la misma dirección y mientras más me acerco, se oyen gritos ahogados.

Aparto a la gente de mi alrededor, porque soy la líder y mientras más rápido llegue, mejor. Se supone que debo poner orden y dar calma a lo que sea que esté pasando.

Pero lo que veo simplemente me deja paralizada de pies a cabeza y el corazón me late con demasiada fuerza en el pecho.

Pero lo que veo simplemente me deja paralizada de pies a cabeza y el corazón me late con demasiada fuerza en el pecho

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La gente a mi alrededor grita, sobre todo una mujer. Tal vez sea la madre del niño cuyo cuerpo yace muerto en el fondo del Abismo.

Muerto. Sin vida.

Todo lo que quiero hacer ahora es llorar, porque lo que está frente a mí es tan desgarrador y además, los gritos de la mujer paralizan aún más.

Vuelvo a ver el cuerpo del niño. No debe tener más de siete años. Se me desgarra el corazón.

Era tan joven. Le quedaba tanto por vivir.

Recuerdo mi deber en este lugar y procuro volver a la vida, intentar mover mis músculos, despabilarme y pensar con claridad.

Me acerco a la mujer y la tomo de los hombros. Al menos no tengo que hacer la pregunta idiota de: "¿era usted su madre?", porque había gritado que el niño era su hijo.

—Tranquila—. Digo, pero ni yo puedo estarlo. La mujer no me mira y yo tampoco puedo reconocerle el rostro. Está tirada en el piso, con las manos apoyadas en él y el pelo revuelto encima. Se dobla mientras grita.

—¡Mi hijo!—Grita ella estirando la mano y luego llevándosela al corazón.

La gente alrededor se amontona para ver la escena y dentro de lo que puedo llegar a reaccionar, decido que deben irse. El luto le pertenecerá a la madre del niño y ella verá qué hace con su cuerpo.

Amor Antes que Facción: Divergente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora