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Estacioné mi vehículo frente a la puerta de una modesta casita de dos plantas en un vecindario de muchísimas casas iguales. La fachada era de un color blanco impoluto y tenía un jardín delantero bien cuidado y lleno de flores. Tenía pinta de ser un sitio caro, pero no tanto como la mansión de Axel.

No entendía qué hacíamos allí, fue por eso que me acerqué al vehículo de Axel, donde él estaba parado observándome.

–¿Qué hacemos aquí?

Se encogió de hombros con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones y se acercó unos pasos más a mí.

–He pensado que la mejor privacidad se obtiene en tu propia casa.

–¿Cómo tu propia casa? –repetí sin comprender.

–Ya no vivo en la mansión, Alessa.

–¿Y eso por qué?

–Mejor vayamos dentro, te lo explicaré todo ahí.

Le seguí por el caminito de peldaños hasta llegar a la puerta y, una vez ahí, me dejó pasar primero. Encendió las luces del salón y me encontré con dos amplios sofás, una mesita de cristal entre ellos, un mueble gigantesco en el que solo había un televisor y un par de cuadros de diseño colgando de las paredes.

Axel me invitó a sentarme señalando uno de los sofás y accedí a hacerlo sintiéndome como un cervatillo asustado. No era la primera vez que hablábamos, ni mucho menos, claro, pero sí que me encontraba muy nerviosa. Y más aún en un sitio totalmente desconocido.

Él se sentó en el otro sofá, quedando cerca de mí pero sin invadir mi espacio, cosa que agradecí pero, al mismo tiempo, me disgustó. Tenerle tan cerca y a la vez tan lejos me estaba matando. Sin embargo era consciente de que debía mantener mis sentimientos a raya si quería saber de una vez por todas los motivos que le llevaron a a dejarme.

–Bien. Te escucho –mi voz sonó fría, pero tenía que aparentar que no estaba desesperada por escucharle por mi propio bien.

Axel suspiró pesadamente y dejó caer su espalda en el respaldo del sofá mirando al techo.

–He imaginado tanto este momento que ahora no sé ni por dónde empezar –se sinceró en voz baja.

–Quizá puedas comenzar diciéndome por qué me dijiste que no me querías –ataqué un poco molesta, pero no era nada comparado a como me sentía hacía un mes.

Pude ver el dolor cruzar su mirada durante apenas un par de segundos, pero no me bastaba sólo con eso, necesitaba oír de su boca el motivo.

Me crucé de piernas y le miré con fijeza mientras remojaba mis labios con la lengua, acción que, por lo que pude ver, no pasó desapercibida para Axel. Él se echó hacia delante y apoyó los codos sobre sus rodillas sin dejar de observarme.

–Lo siento –fue lo primero que dijo, y estuvo callado durante unos segundos–. Sé que no me comporté como tenía que hacerlo, pero necesito que entiendas que fue por una muy buena razón.

Asentí seriamente.

–Estoy aquí para escucharla –dije con voz fría.

Él también asintió y miró hacia el suelo.

–Lo hice porque te quería –levantó la cabeza y sus ojos me contemplaron con esa intensidad que tan especial me hacía sentir cuando estábamos juntos–, y todavía lo sigo haciendo. Todavía te amo.

No dije nada.

Tuve que esforzarme todo lo que pude para no empezar a llorar como una niña pequeña delante de él. Aparté la mirada hacia un lado y esperé a que las lágrimas se evaporaran de mis ojos.

Nada más importa si estás junto a mí (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora