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Arrastraba los pies por los pasillos inmaculados y brillantes del hospital. No podía decir que estaba sumergida en el dolor, pero sí que estaba triste.

Habían pasado varios días desde que supe el verdadero motivo por el cual me crié en un internado, y la verdad había sido desgarradora y dolorosa, pero ya creía encontrarme un poco mejor después de todo. Resultó que sí puedes añorar algo que nunca has tenido, y lo que es sentir que tienes una madre ya jamás lo sabría. Sin embargo, me tragué el dolor y reuní fuerzas para continuar con mi vida como hasta ahora.

En realidad, nada había cambiado en mi vida porque todo continuaba igual, simplemente mis pensamientos y rencor hacia mis padres había cambiado. Quizás era una ilusa por pensar que Luka me decía la verdad, pero ¿para qué iba a mentirme? ¿Cómo sabría, entonces, que me crié en un internado?¿que mis padres me habían abandonado? No... todo lo que dijo tenía que ser verdad.

Acababa de salir de una operación y había intentado que mis enredados pensamientos no interfirieran en mi trabajo, y resultó porque la operación fue un éxito, pero mis compañeros de equipo me notaron extraña. Simplemente les dije que había dormido mal, y no mentí porque de verdad pasé mala noche. Dormí en mi piso compartido con Masie, Axel no estaba y los pensamientos no me dejaron conciliar el sueño. Fue una noche que se me hizo muy larga.

Me adentré en el vestidor y me cambié de ropa para poder marcharme a casa. Ese día no iba a ver a Axel porque estaba ocupado con sus cosas, cosas que no quería saber la verdad, y lo entendía pero me gustaba pasar tiempo con él.

Él había estado actuando extraño los últimos días, pero me dije a mí misma que sería por el tema de su padre, que no pasaba nada más.

Sinceramente, sólo tenía ganas de meterme bajo las sábanas de mi cama y dormir hasta el día siguiente, pero no podía hacerlo. Masie había invitado a Sean a cenar a casa y sería una falta de respeto por mi parte largarme ya que los dos contaban con que estuviera presente. Así que, conduje hasta el edificio en el que vivía y estacioné enfrente, y como en el hospital, arrastré los pies hasta adentrarme en casa.

Masie y Sean todavía no habían llegado, así que me permití relajarme bajo el grifo de la ducha más tiempo del que me hubiera tomado de haber estado ellos. Me vestí normalmente, con vaqueros y camiseta, y procedí a hacer hueco en la mesa del salón para cuando trajeran la cena. No sabía qué era el tipo de comida que traerían pero confiaba en la elección de mi amiga.

Me senté en el sofá para esperarles y encendí la tele justo en el mismo momento que en el que mi smartphone sonó sobre la mesa avisandome de un mensaje.

Axel: ¿Nos vemos en un par de horas?

Yo: Creía que estabas ocupado.

Axel: Sí, pero necesito verte. No puedo dejar de pensar en ti.

Esa frase hizo que mi corazón diera un vuelco y no pude evitar sonreír como una tonta.

Yo: Yo tampoco dejo de pensar en ti.

Axel: No me digas eso porque me planto en la puerta de tu apartamento ahora mismo.

Solté una pequeña carcajada.

Axel: Pasaré a por ti a las once.

Yo: Vale. Te espero impaciente.

Masie y Sean entraron justo cuando vi el enorme corazón rojo que Axel había enviado. Le respondí con el mismo corazón y me levanté para saludar a Sean con alegría.

Miraba a mi amiga con una sonrisa cómplice porque sabía lo mucho que Sean le gustaba. Y he de decir que hacían una pareja encantadora. Sean era lo que Masie siempre había buscado, sobretodo en el aspecto físico. A ella siempre le gustaron los hombres musculosos de gimnasio y ¿quién mejor que Sean que era dueño de uno?

Nada más importa si estás junto a mí (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora