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Mi cabeza se echó hacia delante por sí sola y me desperté por el susto. Me había quedado durmiendo sobre la silla de la sala de espera sin darme cuenta, lo normal ya que intentaba dormir lo mínimo para estar atenta por si Axel despertaba.

Masie estaba a mi lado con los brazos cruzados mirando al techo. En cuanto salió de trabajar fue a casa a comer algo y me trajo comida porque sabía que yo no iba a moverme de aquella sala. Ella era una muy buena amiga.

El mismo día que vi a Axel en aquella cama llamé al hospital donde trabajaba para decirles que no podía seguir en mi puesto de trabajo. Tras explicarle a mi superior lo ocurrido, me respondió que no me preocupara, que podía tomarme el tiempo que necesitase para volver al trabajo. La verdad es que en aquel hospital me trataban realmente bien. No me importaba si me despedían o no porque para mi era más importante el estado de Axel, pero fueron comprensivos conmigo.

Estaba totalmente agotada, casi ni fuerzas tenía para levantarme de la silla; ya tenía el culo plano por las horas que había pasado ahí sentada.

Seis días llevaba ahí dentro. Masie insistió para que fuera a casa a descansar o comer, pero no quise moverme de allí. Ni siquiera quería ducharme, aunque seguramente debía hacerlo. Cuando iba al aseo me aseguraba de tardar lo menos posible por si Axel despertaba, si lo hacía quería ser la primera en verle. Mi amiga se encargaba de traerme comida y ropa limpia y yo hacía lo mismo: vestirme rápido para no tardar. Mi mente me obligaba a estar en esa sala, ninguna parte de mi cuerpo quería moverse de ahí, mi corazón el primero.

Los doctores me iban informando cada cierto tiempo, un par de veces al día, pero quien de verdad me daba buenos detalles y mucha información era James. Él había rogado por encargarse de su hermano y, aunque no fuera el doctor a cargo, le dejaban ayudar en todo lo que podía. Al menos alguien cercano a Axel podía estar junto a él.

–¿Quieres un café? –la dulce y calmada voz de Masie desvió mi atención hacia ella.

Asentí con la cabeza e intenté sonreírle, pero sólo me salió una mueca amarga. Ella se levantó.

–Vuelvo enseguida –me informó, y salió de la sala.

Mis pensamientos volvieron al único tema que rondaba mi cabeza: Axel. Su bienestar era lo más importante. Si él estaba bien entonces también yo lo estaría. Rezaba todos y cada uno de los días, cada poco tiempo, por que despertara, por que volviera conmigo. Necesitaba con todas mis fuerzas que abriera sus ojos...

La puerta de la sala de espera se abrió y de ella aparecieron Mark y Selena. Ella se acercó a mí rápidamente mientras yo me levantaba de la silla y me abrazó con fuerza.

–Alessa, ¿cómo estás? –preguntó Mark cuando me separé de su novia, quien tenía los ojos brillosos por las lágrimas contenidas.

–Fatal... –me atreví a decir–. Estos días están siendo los peores de mi vida.

Mark también me abrazó a la par que Selena posaba una mano en mi hombro, apretando con fuerza para darme ánimos.

–También estamos muy preocupados –admitió él cuando se separó de mí.

–Lo sé –susurré.

Esa misma mañana le había dicho a James que tenía que ponerse en contacto con ellos y con Rose porque no sabrían nada. Yo no pude avisarles porque no sabía cómo localizarles y, al parecer, James había conseguido hablar con ellos y avisarles del estado en el que Axel se encontraba.

–Debí imaginarlo –la voz de Mark llenó el silencio de la sala–. Cuando no volvió al bufete el miércoles debí suponer que algo le había pasado. Le estuve llamando pero... ¿cómo iba a responderme si estaba aquí? –parecía tan desesperado como yo lo estaba.

Nada más importa si estás junto a mí (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora