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Masie me ayudaba a arrastrar una pesada caja hasta la entrada del apartamento. Ya quedaban pocas cosas por recoger y las habitaciones se veían demasiado vacías para mi gusto, pero así era tal y como habíamos encontrado la vivienda cuando decidimos vivir allí.

Axel no quería pasar ni un minuto sin mí. Decía que si íbamos a formar una familia debíamos hacer las cosas bien, empezando por vivir juntos de nuevo, pero esta vez sin miedos, sin tener que empezar a conocernos mejor, sin secuestros... No tuve elección. Yo me moría por vivir otra vez con él y pasar el máximo tiempo posible juntos, y era lo que el bebé necesitaba también.

Masie, por su parte, le había contado a Sean que yo me mudaba y él, como no, le ofreció irse a vivir con él a su apartamento a las afueras de la ciudad. Mi amiga no tardó mucho en aceptar gustosamente su oferta.

Y así nos encontrábamos: recogiendo y empacando cosas para irnos a vivir por fin con nuestros respectivos amores.

Axel y Sean entraron por la puerta y cuando me vieron arrastrando una de las cajas enseguida los dos se apresuraron a ayudarme.

–¡¿Se puede saber por qué haces esfuerzos?! Te he dicho que yo las llevaré abajo –me reprendió mi asombroso novio. Él mismo había sido quien prefirió encargarse de la mudanza en vez de llamar a una empresa que se dedicaba a ello alegando que seguro que perdían nuestras cosas.

–No es ningún esfuerzo –me queje–. ¡Dejad de tratarme como si fuera inválida!

–Estás embarazada, Alessa –dijo Sean, como si eso fuera un problema.

–¡¿Y qué?!

–Nena, tienes que mantener al bebé sano y salvo. Cualquier esfuerzo brusco podría dañarle.

Puse los ojos en blanco y resoplé. Axel nunca me dejaba hacer nada, estaba más histérico que yo por el embarazo. He de decir que la barriga ya se me iba notando, pero tampoco es que me costara caminar o levantar algo, al menos no todavía.

Deshice mis pasos y cogí una caja pequeña de encima de la mesa del salón para llevarla a la entrada del apartamento y dejarla con las demás. Con la cabeza bien alta y muy dignamente, pasé por al lado de Axel y Sean.

–El día que tengas un bebé en tu interior podrás decirme lo que puedo o no hacer, mientras tanto decido yo –contesté con orgullo. Masie me miró con una sonrisa burlona y le guiñé un ojo.

–Qué gruñona estás –se quejó Axel con los dientes apretados. Se acercó a la caja grande que yo iba a coger y se me adelantó levantándola de un rápido movimiento. Arrugó la nariz y sacudió la cabeza, intentado burlarse de mí, para irse a la puerta principal a apilar la caja con las otras.

–Bueno, creo que esa era la última –declaró Masie con los brazos sobre sus caderas–. Espero que cada uno de vosotros haya guardado en su coche las cosas de su novia. Como os hayáis equivocado...

Sean besó la sien de mi amiga antes de decir:

–Todo está en orden. Además, es difícil que Axel se lleve una caja en la que pone bien grande "Masie".

–Más os vale...

Mi amiga y yo echamos una ojeada por el apartamento una última vez para asegurarnos de que no nos dejábamos nada y cuando llegamos al salón ninguna de las dos pudo evitar mirar con nostalgia la estancia.

–Echaré de menos quedarme hasta tarde viendo películas contigo –se sinceró ella con emoción en la voz.

–Yo echaré de menos tus ronquidos –respondí con una sonrisa, a la que ella correspondió sonriendo también.

Nada más importa si estás junto a mí (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora