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Casi tres semanas habían pasado desde que Axel despertó. Todos esos días estuve con él a cada momento, no me separé de él, parecía su sombra. El día que le dieron el alta del hospital me pidió que me quedara con él, aunque tampoco habría hecho falta porque no pensaba alejarme de su lado.

A Masie no le importó tener el apartamento para ella sola. Algunas noches se iba con Sean y otras él dormía allí, lo sabía porque hablábamos por teléfono todos los días. Ella siempre me preguntaba por Axel y yo le preguntaba por su relación con Sean, a lo que ella siempre me respondía más que feliz por haber encontrado a alguien como él.

Carlo y James acababan de llegar para comer. Como mi precioso novio ya se encontraba un poco mejor les propuse que vinieran para celebrar la recuperación de Axel, y cómo no, también invité a Rose, Jeremy, Masie, Mark y Selana, pero los tres últimos no pudieron venir.

Rose y yo cocinábamos unos tortellini rellenos de carne de una receta que sacamos por internet. Axel me contó una vez que le encantaba que su madre le cocinara eso, y ya puestos, Carlo podría comer algo de su país natal.

–Alessa, me alegro verte –dijo el anciano en cuanto entró a la cocina con ese acento tan marcado. Me abrazó con fuerza y, sin querer, le manché la camisa porque mi delantal estaba lleno de harina.

–Lo siento –murmuré avergonzada.

–Va bene –respondió él sin darle importancia, y se desvió para saludar a Rose.

Jeremy estaba en el salón con Axel, quien estaba sentado en el sillón sin moverse, porque yo se lo ordené para que reposara. Él no debía hacer ningún esfuerzo ni movimiento brusco hasta que se recuperara del todo.

James también entró en la cocina para saludarnos y le abracé intentando tener cuidado para no mancharle como había hecho con su abuelo.

–Ay, Alessa... –murmuró él–, eres una bendita por aguantarle.

Supe que se refería a Axel y fue por ello que reí.

–¿Te ha insultado? –quise saber con una sonrisa.

–Ojalá. Acabo de entrar y ya está quejándose de la mierda de vendaje que tiene, de que las curas son una mierda y de que tú le hubieras cosido mucho mejor.

No pude evitar soltar una carcajada ante eso.

–Alessa me cerró una herida con un hilo de coser mucho mejor que tus putos compañeros de trabajo con los utensilios adecuados –la voz de Axel nos hizo girarnos para mirarle.

Mi ceño se frunció en cuanto le vi parado en el umbral de la puerta. Su ceño también estaba fruncido y se notaba que le disgustaba las quejas de James. Su brazo izquierdo estaba sujeto por un pañuelo alrededor de su cuello, llevaba unos pantalones cortos de deporte negros y una camisa con los botones a medio cerrar.

–¡¿Qué haces aquí?! –le reprendí. Sus ojos se posaron en mí y su ceño se suavizó–. Ve a sentarte, tienes que reposar.

–¡Pero es que ya me duele el culo de estar sentado! –replicó, y el corazón se me encogió de ternura porque pareció un niño enfadado.

–Tu hermano tiene razón, te quejas demasiado.

–¡Oh, ahora te pones de su parte! –volvió a quejarse, pero yo sabía que lo hacía en broma.

Puse los ojos en blanco mientras sonreía y me giré para seguir con mi misión de preparar la comida.

–Haz el favor de sentarte. Tienes que reposar –le pedí sin mirarle.

Escuché que resopló con pesadez y sonreí cuando oí sus pasos alejarse. Era tan mono cuando se comportaba así.

–Iré a hacerle compañía a Jeremy, seguro que está desesperado por aguantar a mi hermano –me informó James con una sonrisa.

Nada más importa si estás junto a mí (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora