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Nada más salir por la puerta del edificio en el que compartía piso con Masie vi el BMW negro de Axel estacionado frente a mí. No dudé ni un segundo en acercarme a paso rápido para subir al coche y juntar mis labios con los suyos antes de decir siquiera una sola palabra.

El anhelo y la desesperación se plasmaron en aquel beso necesitado. Le había extrañado tanto todo este tiempo que un Axel para mí solita me sabía a poco.

Mis manos se enredaron en su oscuro cabello y profundicé nuestro encuentro enredando mi lengua con la suya, embriagándome con su dulce sabor. El ansia de su boca sobre la mía era brusca y desesperada, casi tanto como yo lo estaba en ese preciso momento, y eso provocó que una sensación cálida se acoplara en mi pecho, colmándome de una felicidad abrumadora.

–Mierda... Eres jodidamente perfecta –balbuceó entre beso y beso, y yo no pude hacer otra cosa que reír avergonzada sobre sus labios.

Cuando nos separamos, Axel encendió en motor y pusimos rumbo a donde fuera que íbamos, tampoco quise preguntar porque él siempre me sorprendía y porque estaba entretenida tarareando la canción que sonaba tenuemente por la radio.

El camino se me hizo corto mientras hablaba de tonterías con el impresionante hombre que tenía a mi lado. No podía creer que después de todo volviéramos a estar juntos. Él me hizo mucho daño, sí, pero también estaba perdidamente enamorada de él y estaba intentando demostrarme que había cambiado.

Paró el vehículo frente a la fachada de lo que parecía un restaurante carísimo y ambos bajamos para que el aparcacoches lo estacionara en el parking para clientes. Yo no sabía que íbamos a ir a un sitio tan lujoso, pero hice bien en ponerme un bonito vestido blanco y en maquillarme un poco. Axel tomó mi mano y juntos entramos al local, donde el metre nos recibió y acompañó hasta nuestra mesa. Axel, como el caballero que a veces era, me ayudó a sentarme arrastrando la silla para mí.

Mientras esperábamos a que nos trajeran la cena que habíamos pedido comenzamos una charla que trataba de todo un poco. Él me contó algunas anécdotas de West en mi ausencia y yo le conté cómo había sido vivir durante meses bajo el techo de la familia de Masie, evadiendo la inmensa depresión por la que pasé durante ese tiempo.

–Tengo una duda –hablé, revolviendo la comida en mi plato para que se enfriara–. ¿Si pregunto me responderás con sinceridad?

–Nada de secretos, nena. Ese fue el trato, ¿no?

Asentí con una sonrisa porque se acordaba de mis condiciones y volví a fijar la vista en el plato frente a mí.

–¿Por qué dejaste la empresa de tu padre? –tras preguntar, alcé la mirada de nuevo y vi que Axel sujetaba el tenedor a medio camino de su boca, pero volvió a dejarlo sobre el plato. A la vista estaba que esa pregunta no era de su agrado, pero él debía ser sincero conmigo si quería que estuviéramos juntos.

–Prefiero no contártelo...

–Accediste a mis condiciones, Axel, no lo olvides –le interrumpí impaciente.

–Si me hubieras dejado acabar la frase sabrías que te seré totalmente sincero, pero no aquí –tomó el tenedor de nuevo y reanudó su intento de probar la comida.

–Está bien, pero no creas que se me va a olvidar, eh.

–Lo dudo, siempre fuiste demasiado curiosa como para olvidarte de algo así –declaró en un tono burlón, y yo no pude evitar arrugar mi nariz y sacarle burla en broma, lo que hizo que me ganara una pequeña pero profunda risa de boca cerrada por su parte.

Continuamos comiendo y la verdad es que todo estaba riquísimo. De vez en cuando observaba cómo Axel comía con tranquilidad sin percatarse de que yo le miraba y una sonrisa afloraba en mis labios. Todavía no podía creer que ambos estuviéramos cenando en un restaurante como antes solíamos hacer, como si nada hubiera pasado.

Nada más importa si estás junto a mí (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora