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"Vale... Respira, Alessa... No dejes que las piernas te fallen".

Todos se quedaron quietos por orden expresa de Axel, a quien acababa de encontrar en una esquina lanzando un cuerpo sin vida al suelo.

Las lágrimas quemaban al salir de mis ojos, el oxígeno cortaba mis pulmones como si de garras afiladas se tratase, mi mente recreaba miles de finales posibles para la situación y mi cuerpo... mi cuerpo estaba total y completamente petrificado bajo las asquerosas manos de ese desgraciado.

"No puedes desfallecerte ahora, necesitas buscar una salida", me decía a mí misma, aunque estaba tan aterroriza que si encontraba la manera de escapar seguramente no me movería de mi sitio.

Varios cuerpos sin vida yacían en el suelo inertes. Habían algunos heridos sentados por las esquinas o apoyados de pie en la pared. Todo el mundo se había paralizado a la espera de las órdenes de Bruce, todos me observaban expectantes. Un solo paso en falso y mi vida se acabaría como la de los hombres tirados en el suelo.

Los hombres de Luka nos apuntaban, pero quise creer que en realidad apuntaban a Bruce, lo que me hacía temblar de tan sólo pensar que, si algo salía mal, si una bala se desviaba un milímetro, me daría a mí y mi final estaba asegurado.

Divisé a James a lo lejos. Estaba tan petrificado como yo y en su rostro solo había sitio para una mueca de horror, seguramente como la que yo tendría en ese instante. Estaba tan aterrorizado como yo, podía verlo, casi podía sentirlo bajo mi piel, y eso sólo me producía un miedo más atroz todavía. Aquello no iba a acabar bien...

–¡Bajad las armas! –el grito sonoro que Bruce profirió se escuchó retumbar por toda la silenciosa nave, pero nadie movió un sólo músculo–. ¡Vamos, ahora! –gritó de nuevo, apretando su agarre en mi cuello más todavía y clavando el cañón del arma en mi sien con fuerza.

No supe porqué los hombres de Luka le hicieron caso. No me conocían, no sabían quién era yo, por eso no entendí porqué bajaron sus armas. Pero de entre todos ellos sólo hubo uno que apuntó a Bruce.

Mi mirada conectó con la suya y no vi ningún atisbo de sentimiento en sus ojos verdes. Su rostro estaba fijo en una mueca severa impasible, sus extremidades estaban bien posicionadas como la de los policías que salen en las películas, sus manos agarraban el arma con fuerza sin titubeos. Todo Axel parecía petrificado en aquella postura amenazante, pero sabía que su mente no paraba quieta. Era consciente de que sus pensamientos iban de aquí para allá analizando la situación, analizando los pros y los contras que podían resultar si decidía apretar el gatillo. Y, como le conocía tan bien, podía ver el miedo reflejado en sus inexpresivos ojos.

–Baja el arma, hijo, o te juro por dios que la mato –prometió Bruce con dureza, y yo le creí.

–No vuelvas a llamarme así, viejo de mierda –respondió Axel con los dientes apretados. En su voz se podía escuchar claramente lo furioso que estaba pese a que no gritaba.

–Eres mi hijo después de todo, Logan –por un momento no supe a quién se dirigía, hasta que recordé que Bruce siempre le llamaba por su segundo nombre–, te guste o no así es, no como aquel de allí.

No podía ver a Bruce ya que estaba detrás de mí, pero supe que se refirió a James, quien estaba en el lado contrario de la estancia lejos de Axel.

–Él te quería igual –contestó Axel, refiriéndose a su hermano–. No sabía que no eres su padre hasta hace poco y en cuanto tú lo supiste lo trataste como un apestado.

–No me gustan los bastardos, Logan. Si quieres condenarme por eso... –Bruce hablaba como si no le estuvieran apuntando con una pistola. La arrogancia y la bravuconería con la que se expresaba me hacía saber que creía que tenía el control de la situación, y así era, pues con un sólo movimiento de su dedo podía quitarme de en medio sin dificultad alguna.

Nada más importa si estás junto a mí (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora