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Mi jornada en el hospital acababa de finalizar.

Había sido un día muy duro porque me pasé casi todo el tiempo en el interior del quirófano. Tuvimos que operar de urgencia a dos hombres que habían tenido un accidente de tráfico y estaban muy graves. Por suerte, no hubo que lamentar ninguna vida y ambos podrían regresar a sus casas cuando se recuperaran.

Mi relación con Axel iba cada vez mejor. Él era incluso más atento que la primera vez y, ¿para qué engañarnos?, me tenía muy consentida. Todo cuanto yo decía le parecía bien o una buena idea y siempre contaba con mi opinión para cualquier cosa. Tampoco me gustaba mucho que tuviera que contar conmigo para todo porque no era ese Axel de quien me enamoré en su momento. En realidad me gustaban esas dos facetas pero combinadas; un Axel serio e imponente que hiciera valer su opinión mezclado con la dulzura y atención que me dedicaba cuando estábamos a solas, ese era mi Axel perfecto.

Tampoco me quejaba del nuevo Axel porque yo misma le había pedido que me demostrara que había cambiado. Y vaya que si lo había hecho... Después de todo el tiempo que llevábamos juntos de nuevo, todavía no le había visto dejarse llevar por la ira o el enfado como estaba acostumbrada a ver, y eso me alegró mucho.

Sin embargo, sabía que a Axel todavía le quedaba algo que hacer. Algo que le pondría en peligro en el mismo momento en que saliera de su casa. No le hizo falta decírmelo para saber que él iría a por su padre. Si algo había aprendido desde que me aceptó como pago fue a conocerle. Yo era plenamente consciente de que mi novio no dejaría que las autoridades se encargaran de su padre, él iba a tomarse la justicia por su mano como siempre hizo. Y eso me ponía al borde de la histeria...

Tener que volver a pasar por el infierno de no saber si Axel regresaría o no me hacía querer vomitar. No podía quedarme quieta esperando a que viniera sano y salvo mientras me martirizaba mentalmente con lo que le podría estar ocurriendo, eso dejé de hacerlo hace mucho tiempo. Pero sabía que no podía remediarlo. Axel había sufrido y pasado por mucho desde que su madre murió y yo no era nadie para exigirle nada, no debía meterme en sus asuntos. No podía decirle que no vengara a su madre pese a que era consciente de que lo mejor para él era dejar que su padre se pudriera en la cárcel. No, yo no tenía ningún derecho a pedirle nada de eso.

Alguien me interceptó cuando estaba a punto de abrir mi coche para marcharme, y el asombro invadió mi rostro al percatarme de que se trataba de Luka Bianchi, aquel italiano que ayudó a Axel a rescatarnos a James y a mí.

Me tensé al instante al recordar la conversación que tuve con él la última vez que le vi. Él había estado muy interesado por mi vida y recordé que eso no me gustó nada.

–Alessa, qué alegría verte –dijo con ese acento tan marcado.

–Luka... –murmuré incómoda–. ¿Cómo estás?

–No puedo quejarme, la verdad –se encogió de hombros sonriente–. ¿Tienes algo que hacer ahora?

–Pues... iba a marcharme a casa ya.

Observaba su rostro de cincuentón con desconfianza. Haber sido secuestrada dos veces me había generado una desconfianza hacia toda persona medianamente desconocida, aunque supuse que era lo normal dadas las situaciones a las que me enfrenté en su momento.

–¿Por qué no dejas que te invite a un café?

–No sé...

–Sólo será un café, Alessa. No voy a secuestrarte –alegó dejando escapar una pequeña risa.

Tragué saliva con amargura. Aquel comentario no me pareció apropiado tratándose de mí, de alguien que sí había sido secuestrada. Quizá mi sensación amarga e incómoda se filtró en mi rostro, porque Luka se apresuró a decir:

Nada más importa si estás junto a mí (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora