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Las manos de Axel agarraban mi cintura con fuerza mientras besaba mis muslos con adoración, las mías se aferraban a las sábanas por la pasión que cada vez se hacía más dueña de mi cuerpo.

Sus dedos fueron bajando con suavidad por mis lados hasta encontrar la única prenda que quedaba en mi cuerpo, la agarró y tiró de ella para dejar mi sexo totalmente al descubierto. Uno de sus dedos comenzó a acariciar el exterior de mi entrepierna con suaves vaivenes mientras que sus labios besaban la parte interior de mi muslo, ascendiendo poco a poco hasta llegar a mi ingle.

Un jadeo se escapó de mi boca cuando su cálida lengua lamió mis labios exteriores una sola vez, provocando que mi cuerpo se sacudiera con violencia al sentir su tacto.

–Adoro cómo sabes –admitió con la voz ronca contra mi vagina, notando así su cálido aliento contra mí.

Su lengua invadió mi sexo con suaves roces de arriba abajo mientras sus manos separaban mis piernas para poder tener una mejor accesibilidad. Cuando obtuvo el espacio que quería, se concentró en lamer mi clítoris y en acariciar con sus dedos el resto de mi intimidad. Un gemido torturado salió de mi boca cuando dos de sus dedos se adentraron en mí de una sola estocada, haciéndome estremecer por la impresión.

La habilidad de su lengua sobre mí me hacía perder la cordura lentamente, como lo eran sus movimientos: lentos, delicados y suaves, pero no duró mucho tiempo.

Poco a poco, sus dedos me embestían a mayor velocidad y su lengua trazaba círculos rápidos e intensos sobre mí clítoris hinchado. Una de mis manos viajó hasta su cabeza y tomé su cabello para tirar de él mientras me dejaba llevar por las miles de sensaciones que su lengua y dedos me provocaban. Estaba ida, hipnotizada, caliente... y todo era gracias a él y a su experiencia.

El clímax no me tardó en llegar tras unos minutos de caricias y lamidas incesantes. Mis piernas temblorosas apretaron su cabeza durante unos segundos hasta que sentí que algo en mi útero explotaba y me llenaba de una relajación extasiante. Sacó los dedos de mi interior y me brindó un par de lamidas más sobre mis labios exteriores, disfrutando del jugo que salía de ahí abajo.

–Eres realmente sabrosa –su voz salió en un susurro ronco y excitado.

Su miembro, erecto a más no poder, fue atrapado por su mano y lo sacudió un par de veces sobre mi vagina antes de adentrarse en mí de un solo movimiento.

–Joder, qué apretada... –rugió con una expresión cargada de placer.

Sus codos se apoyaron a los lados de mi cabeza y besó mi frente antes de penetrarme una segunda vez, lenta y tortuosamente. Sus movimientos eran lentos pero eficaces y me nublaban la vista de una manera que sólo él podría hacer. Mis ojos se cerraron en el mismo momento en que sus acometidas se hacían más profundas y placenteras, tal y como a los dos nos gustaba.

Ya estaba dejándome llevar por sus duras embestidas, pero la sacó de pronto. Me ayudó a levantarme y me dio la vuelta para que quedara apoyada en el colchón con las manos y las rodillas. Una vez en esa postura, se metió en mí con fuerza desde atrás.

–¡Aah! –grité gustosa al sentirle de esa forma.

Sus movimientos volvieron a ser rápidos, certeros y profundos, haciéndome gemir con cada penetración. Notaba que chocaba contra mi interior, que llegaba a mi tope, y me encantaba, me enloquecía de una manera que con nada se podía comparar.

Sus manos recogieron mi rebelde cabello y lo agarró con una mano sin dejar de embestirme con dureza, incluso me dio un azote en el culo que me hizo gritar de placer.

La constancia y rudeza de sus movimientos estaban volviéndome demente, estaban creando un calor demasiado familiar en mi bajo vientre y sabía lo que ello significaba: iba a estallar.

Nada más importa si estás junto a mí (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora