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Ya casi había anochecido. James y yo nos habíamos turnado para conducir a pesar de que el viaje duró unas cuatro horas. Ninguno quiso parar para descansar, sobretodo yo. Me negaba a perder un solo segundo, ese tiempo podría ser crucial. Por no hablar de la velocidad, íbamos bastante más rápido de lo que las señales nos permitían, pero por suerte ningún policía nos vio y si me llegaba una multa a casa ya la pagaría, no me importaba tener que pagarla si con eso podía ayudar a Axel.

Los nervios en mi estómago no me abandonaron ni un minuto. Cuando no conducía, mis manos estaban inquietas jugando entre ellas o toqueteándolo todo. Las ansias por llegar a nuestro destino incrementaban conforme pasaban las horas y no veía el momento de poder tener a Axel frente a mí.

Durante todo el trayecto mi mente sólo pensaba en dos cosas: el enfado que tendría Axel al verme y el bebé. Nada más que eso me importaba.

Era consciente de que Axel se pondría hecho un basilisco cuando me tuviera frente a él, pero no me importaba. No iba a permitir que se jugase la vida de nuevo y esperaba llegar a tiempo. El tema del bebé también ocupaba gran parte de mi mente. Sabía que toda esta estresante y complicada situación no debía hacerle bien. Las náuseas tampoco me ayudaban mucho, pero por suerte no vomité. Pensé que, cuando todo se calmara, iría al ginecólogo a hacerme mi primera ecografía. Estaba ansiosa por verle aunque sólo fuera del tamaño de un garbanzo en blanco y negro. Sin embargo, lo primero era lo primero, y debía asegurarme de que ese garbancito tenía un padre que le querría, pero sobretodo un padre vivo.

Segun el GPS, James y yo ya habíamos llegado a la ubicación que Luka me había mandado, pero no creía que la nave industrial medio abandonada que había frente a nosotros fuera nuestro destino.

–¿Y si Luka me ha engañado? –le pregunté a mi compañero de viaje en voz baja–. ¿Y si me ha mandado una dirección falsa? –la inquietud estaba clara en mi voz.

–No lo creo. Luka no es de ese tipo de personas que miente –confesó sin dejar de observar aquella nave.

–Entonces, ¿qué hacemos frente a un edificio abandonado?

–No está tan abandonado –contradijo él–. Mira al final de la calle, al fondo, ¿ves esos coches aparcados de allí?

Agudicé mi vista y a lo lejos pude ver los vehículos a los que se refería James.

–Sí –respondí.

–Son coches de la banda de Luka, seguramente ha venido con varios trabajadores suyos.

–¿Que quieres decir con eso? –pregunté mirándole.

Él suspiró como si yo fuera tonta.

–Que la nave no está abandonada. Lo más probable es que los hombres de Luka estén escondidos y observándonos ahora mismo.

–Lo que significa que estamos respaldados, ¿no? Tenemos quien nos cubra las espaldas –murmuré intentado encontrar a alguno de los hombres de Luka.

–Se podría decir que sí.

–Bien –asentí decidida–. Entonces, ¿ a qué esperamos? –abrí la puerta del coche rápidamente y salí.

–¡Alessa, espera! –escuché que dijo, pero no me detuve.

Su mano se aferró a mi muñeca y me hizo girar bruscamente.

–Suéltame, James.

–No puedes entrar ahí así sin más.

–¿Crees que he venido hasta aquí para esperar en el coche? –dije cruzándome de brazos–. Voy a entrar te guste o no.

Nada más importa si estás junto a mí (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora