Pasamos meses felices, conociéndonos más de lo que quisiera, ella decía amarme pero no sé cómo se siente eso. Según lo que me dice debo amarla, me gusta estar a su lado, me preocupo por ella, me siento completo cuando me sonríe o dedica un gesto, son entretenidas las conversaciones, las locuras que se le ocurren. Debe ser amor, o eso pienso.
Mis ojos cambian de color cada vez que tenemos sexo y esos días trato de no alejarme de la casa. Los días que debemos ir al pueblo vamos cogidos de la mano para que nadie dude de que es mi mujer. Arthur, el señor que nos cambia los quesos, me dice que tenga cuidado, que los soldados inquisidores están llegando a los pueblos lejanos y que las casas solas las queman si no hay nada interesante para mantener, que todo es en nombre de Dios y que hay que erradicar la maldad de la tierra, que muy probable que nos vayan a visitar por las leyendas del demonio de ojos rojos. Antes de irme se lo agradezco para buscar a Amelia que cambia comida por vestimenta.
Los días pasaron y las advertencias de Arthur no tardaron en llegar, por más cuidadosos y precavidos para que mis ojos no estuvieran rojos, la luna de sangre se cruzó en nuestra vida esa fatídica noche.
Los caballeros al llegar a nuestra casa interrogaron a Amelia, y por más que trató de mentir que yo estaba de caza cerca de allí, no dejaron de intimidarla. "Sabes, eres muy linda para ser una simple campesina", "¿Qué haces en un lugar así? Puedes ser una concubina con tu belleza", "ven con nosotros que nos servirás más que en esta vieja granja" y todo con gestos explícitos de querer hacer muchas cosas con su cuerpo, mientras yo la observaba por las rendijas.
Trate de contenerme para no salir a matar a nadie, pero sus sollozos en silencio me decían que algo no estaba bien, salí de la casa por detrás y rodee el terreno, si la leyenda ya era conocida, que se hiciera realidad. Cogí una hoz y una manta para formar una capucha. Todo lo demás fue historia.
Llegue en el momento justo, cuando un hombre la tenía amordazada para que no gritara, otro la estaba sujetando de manos desnudándola de la cintura hacia arriba y un tercero estaba entre sus piernas tratando de penetrarla.
Sus ojos llorosos lleno de miedo me miraban, estaban enrojecidos, su piel tenía laceraciones y quedarían marcas en su rostro, suplicaba por ayuda.
Mi consciente se nublo, sentí la ira correr por mis venas, la sangre hirviendo. Sin pensarlo llegue al que estaba parado entre sus piernas, mis ojos rojos asustaron a los otros dos mientras que al tercero lo agarraba por el cuello, sus huesos se sintieron tan frágiles como matar a una gallina o como cazar a un pato. Sus manos trataron de tomar mi brazo para que lo soltara y yo solo quería hacerlo sufrir, en toda la revuelta vi como los otros dos tomaron sus espadas para tratar de matarme, mientras Amelia tomaba sus ropas para cubrirse sin parar de llorar.
El primero fue fácil de decapitar en la hoz bien afilada en mis manos, la lucha con los otros dos fue más difícil entre técnicas de combate y espadas forjadas de acero fundido, tan resistentes que cada vez que chocábamos armas mis brazos temblaban. Herí a un hombre en la pierna haciendo que su grito de dolor fuera desgarrador, el otro corto parte de mi ropa provocando una herida en mi pecho, con la mano libre apreté su muñeca hasta que sus huesos cedieron a mi fuerza. Amelia trato de entrar a casa y cada vez que daba un paso terminaba en el piso, llorando desconsoladamente. ¡Jure protegerla! Y tenedme aquí matando a personas, hermanos de creación según mi madre, puercos a mis ojos.
Mire al hombre decapitado y su sangre salía sin fuerza de un cuerpo sin vida, el otro trataba de ponerse de pie para pedir ayuda perdiéndose de mi vista. Me acerque a Amelia y el hombre con la herida en la pierna estaba en mi camino, tomó su espada tratando de darme un golpe que para mí fue demasiado fácil esquivar, "¿quieres morir aquí por tocar a mi mujer?" dije en voz baja ubicando su herida, "No le temo a ningún demonio, hemos matado a brujas y hechiceros, en el nombre de Dios, ¡Estamos haciendo justicia!" dijo firme en su decisión.
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Ni tan Demonio {Completa}
Fantasy«Mi desgracia no es consecuencia de mi manera de pensar, sino de la de los demás». El Marqués de Sade. Nací después de un gran suceso y tocado por la mano de Lucifer, después me enamore de una persona tocada por un ángel. Me la arrebataron, me lasti...