LA SEXTA II

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Las horas pasaron rápido pensando lo que había provocado. Los tipos que mate estaban hablando de que si no encontraban a Keila Isis, la pequeña que había rescatado, cualquier niña les podría servir y eso tengo que evitarlo.

—¡Menos mal que te reportas! —Al otro lado de la línea se escucha el caos desatado por una niña.

—¡Lo siento! Pero tengo un favor que pedirte y no se si te guste la idea.

—Espero que no sea algo con varias semanas de vacaciones —trata de mantener la calma—, Amaia ya se canso de no poder verte.

—Solo han pasado dos días.

—Pero te fuiste enfermo, para ella es como decirle que Ai fue a morir lejos de ella.

—Entonces te gustará la noticia —en parte—, necesito que vengas unos días para revisar a una niña que encontramos.

—¿Encontramos? ¿Quiénes? ¿Kail, qué pasó?

—Sí. Con Williams. Un accidente.

—¡No me puedes solo decir eso! —Alan al otro lado de la línea suspiraba pues ya me conocía lo suficiente para saber que no iba a decir más por teléfono.

—Los espero, trae a Amaia.

—¡Espera! Por favor habla con ella —no alcance a decir nada cuando escucho su voz.

—¡Alo! ¡Ai! —la dulce voz de mi pequeña, es como si me iluminaran la vida.

—¡Trésor! Te extraño —digo con voz dulce.

—Yo tamben Ai —contesta—, ¿cuano te ver?

—Pronto, papá dice que viajarán así que Mai debe ser una buena niña.

—¡Mai come todo! —dice con emoción pero calla— tamucho Ai.

—Yo también, desde el pasado y hasta la próxima vida.

Cuando termine la llamada de mi despacho, los pasitos tímidos de la niña estaban afuera esperando por algo que no supe interpretar. La vi cuando opto por sentarse vestida con una polera de Williams atada a la cintura muy adornada como un pequeño vestido. Olvide por completo decirle a Caroline que si me podía traer ropa de niña.

—¿Cómo estas? —sé que es una pregunta estúpida pero quiero asegurarme.

Ella me mira con los ojos rojos e hinchados de tanto llorar, no puedo creer que esos cerdos hicieran algo tan estúpido como secuestrar a dos pequeños y torturarlos seis meses. Keila me mira sin expresión ni brillo en sus ojos pero trata de formular alguna frase cuando estira sus manos, entre ellas un pequeño panecillo de los que hacía Williams para levantar mis ánimos en el pasado.

La ternura me recorrió el pecho reafirmando que la pequeña se quedaría conmigo para protegerla de lo que pudiera pasar y para sorpresa de ella la alce entre mi brazos dejándola a mi altura. Su expresión de sorpresa es encantadora pues logre un pequeño destello que al segundo se difumino al ver algún recuerdo.

La acurruque entre mis brazos.

Camine a la cocina con la pequeña entre mis brazos cuando un mareo hizo que me sostuviera de la pared más cercana, Gabriel, el ángel estaba sentado al lado de los ventanales de la cocina mientras que mi fiel sirviente y amigo le servía una taza de algo. Al verlo Keila comenzó a temblar, por nervios o miedo, la pequeña no quería estar frente a desconocidos pero el ángel solo con un chasquido de sus dedos la hizo dormir.

—Aún no has terminado tu misión pero gracias a ti Lucifer se encuentra mejor.

—Espero verla pronto para asegurarme de ello.

Ni tan Demonio {Completa} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora