INCENDIARIO

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—Afirma bien de aquel lado —termino de sujetar bien la tabla y lo dejo descansar mientras recojo todas las herramientas prestadas.

Estamos reconstruyendo la casa abandonada que estaba a las afuera del pueblo con los materiales que encontramos abandonados o sacándolos de las casas que apenas están en pie. Las personas que estaban allí no tuvieron ningún problema para que viviéramos en aquella casa. Preferían tenernos a nosotros a que llegasen personas que pudiesen destruirla o peor aún, para hacerles daño a ellos.

El tiempo transcurre tranquilo a pesar de que los tiempos que estamos pasando. Como lo hice en Francia para la primera gran batalla, ahora estamos organizados con las personas del pueblo para que de algún modo podamos sobrevivir.

Para que Asa estuviera a salvo la mayor parte, estaba encargado de ayudar a las mujeres en todo lo que más se podía, junto con los adolescentes más grandes que habían quedado después del reclutamiento para el ejército. Hasta ahora ya han sido tres reclutamientos de los cuales hemos podido escapar. A estas alturas, los derechos de dominio que tengo para proteger a Asa son agua y sal.

— ¿En qué piensas? —me acerco a él que está mirando la luna a las afuera de la cabaña.

—En que ya han pasado cuatro años desde que te conozco.

— ¿Y eso es malo? —me siento detrás para acunarlo con mi cuerpo.

—No —esperaba una respuesta más larga— me siento tranquilo.

Solo lo beso, no quiero que nada le pase, pero igual tengo miedo de que se lo lleven. Puedo matar a varias personas, he aprendido a utilizar armas a lo largo de mi historia; pero, no soy inmortal. Si me cortan sangro, si me disparan puedo morir, si tengo miedo aparece la ansiedad.

Me siento perdido y confundido por toda la situación cuando su helado toque me trae de vuelta a la realidad, sus leves caricias me hacen entrar en razón y pensar que ya no soy un niño que no sabía nada de la vida, e igualmente estoy en caos. Solo que los tiempos van cambiando rápido y me obligo a adaptarme a ellos.

—No te preocupes por mí —beso sus labios al ver la preocupación en sus ojos— estoy aquí contigo.

—Lo sé, pero a veces siento que te pierdes en el tiempo.

—Es normal cuando ya has vivido mucho.

—Pregunta, ¿Por qué no tienes hijos? —sus ojos viajan a mis facciones detallando si tengo algún cambio, pero creo que es mejor contestar.

—Porque no he podido.

—Te lo dejare pasar aunque no contestes mi pregunta —hace un mohín que me enternece— también me dijiste que habías tenido otro amor ¿Cuéntame de ella?

— ¿Por qué asumes que es ella?

—Porque no eres un hombre que mire a otros hombres —y dibuja una sonrisa triunfal, algo que muestra que ya me conoce sin hablar de mí.

—Tú ganas, pero solo te contare de Beth —en realidad nunca hubo otra.

— ¿Beth?

—Se llamaba Elizabeth, fue la única mujer que me cautivo después de perder tu alma la primera vez. Tenía una personalidad un tanto desafiante para la época, pero sabía lo que quería. Fue un gran primer encuentro, pero no fue nada de fácil.

— ¿Primer encuentro?

—Desnudo en un riachuelo —y una carcajada me acompaña.

—Menos mal que te vi tirar un tronco —acompañado con una sonrisa que pude ver de perfil—.  ¿Y los hijos? —Su curiosidad era insuperable, no podía mantenerla sólo en su voz, se dibujaba en sus ojos y en su boca— quiero saber si tienes más familia.

Ni tan Demonio {Completa} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora