CON LAS DESPEDIDAS COMIENZA EL VIAJE

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—Prométenos que cada vez que puedas enviaras cartas —dice Odette— quiero saber de ti.

—No lo haré —digo despidiéndome.

Me subo a la yegua para comenzar el camino, es un largo trecho desde aquí hasta el puerto de palos en donde debemos embarcar. Al final Sir Patrick no nos acompañará y lo agradezco, siento que me puedo ir en paz si él las está protegiendo, también quisiera quedarme al lado de Beth, pero prácticamente me hecho a patadas la noche anterior.

— ¡Cuídala! —le digo a Odette cuando me pasa la bolsita con especias.

—No te prometo nada —dice mirando hacia la casona. Suspiro pues sé que Beth es la más dolida con todo esto.

Antes de comenzar todo el viaje con cuatro hombres más me volteo para verla antes de irme, pero nada, ¿de verdad esto terminará así? No es que hayan pasado grandes cosas entre nosotros, pero fue especial, y pensar que yo estaba tan feliz de que por fin sus murallas hayan sido fracturadas.

Al salir toda la emoción por ver nuevas tierras ya no era comparada con la tristeza que sentía, solo pensaba que yo era el culpable de todo. Para poder estar tranquilo unos momentos me fui al final de la pequeña comitiva en representación de la corona de Francia. Los chicos iban emocionados, y aunque quería compartir esto, se me hizo imposible.

— ¡Anímate Kail! —Dice Brian— solo te dolerá unos días, cuando veas las bellezas que tiene España, será un buen recuerdo —él es protegido de Lucas, líder y amo de los chicos que van en la comitiva.

—Espero que no sea así —digo de mala gana y nadie se atreve a contradecirme, creo que mi humor no ha sido lo mejor en estas horas y mi aura refleja la amenaza de que me respondan.

La yegua se pone inquieta al sentir mis emociones, la acaricio para calmarme más a mí. Seguimos el camino tranquilo por unos minutos, hasta que el trote de un caballo se siente a lo lejos, estábamos saliendo de los terrenos de Odette.

Mi sonrisa se dibujó al momento de saber que el caballo era Dragón. Su nombre lo recibió por el color de sus ojos, nunca había visto un caballo con los ojos dorados, era como si le hubieran metido dos monedas en las cuencas, pero lo que hizo saltar mi corazón era la figura desfachatada que venía en él.

Ella, con su cabello al viento y desaliñado, peinado por el sube y baja del galope. Con sus ropas desordenadas y con lágrimas en sus ojos, ojeras muy marcadas en su piel blanca y sus mejillas rojas por el frío que hacía en esta época del año, sentí una punzada al pensar que había estado llorando toda la noche por mí. Así que alce al galope de la yegua para alcanzarla y así alejarme de los chicos que no conocía, necesitaba unos minutos a solas.

— ¡No pude dejarte ir! —dice antes de cualquier cosa— ¡te esperare! No me alejare de mis hijos, pero ¡te esperare! —dice casi gritando desesperada para que la escuche, no sabe que aunque susurrara yo la escucharía.

Mi corazón por fin volvió a latir con un ritmo que conocía, con el que me mantenía vivo, no pude decir más y solo la bese, un beso salado debido a sus lágrimas, pero sabía que no era el fin. Ahora este viaje lo quiero hacer, quiero yo remar con todas mis fuerzas para volver lo antes posible. Quiero pensar en todo lo que ha pasado y decir que esta mujer es realmente especial, que por fin puedo darme una segunda oportunidad, que puedo aprender más si ella está junto a mí.

—Un año, ¡estaré afuera un año! —digo limpiando sus lágrimas prometiendo que regresare.

Ella sonríe, me besa nuevamente y no dice nada más. Sabe que tenemos que separarnos, pero a partir de aquí será más difícil para mí, tengo que hacer esto y hay varios peligros de no volver, pero la motivación no me dejará desfallecer, volveré aunque sea a rastras.

Ni tan Demonio {Completa} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora