TRANSICIÓN

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—No puedes acercarte todavía —Keila llegó a mi lado.

Habían pasado algunas semanas después de todo lo que pasó con mi "muerte". Alan firmó todos los documentos para ser nuestro tutor legal hasta que estuviéramos graduados de la universidad, el testamento que se leyó así lo destinaba. Williams se haría cargo de nuestras necesidades por el tiempo que estuviéramos en París terminando nuestra última etapa obligatoria de estudio después de que Lucifer modificará cosas de su alma atrapada en el cuerpo para que no se desatará un caos que todavía no comprendía bien.

—Por lo menos déjame tener una buena vista —no desvié mi mirada de la pequeña que estaba sentada a un costado de la piscina mientras leía alguna novela para distraerse.

Keila había aceptado la noticia cuando Alan habló con toda la familia ella solicitó viajar de inmediato a la casona donde me encontraba, quería conocerme y al momento de verme lloró desconsoladamente apretándome con fuerza contra su cuerpo. Desde el primer momento tuvimos una conexión que no logro explicar, algo así como una reencarnación de otra vida, pero ¿Quién podría ser?

—Vamos, aún tienes que ponerte al día con los otros socios.

Eso era lo más desconcertante. Personas con las que solo tenían una relación comercial nos enviaban condolencias y muchos de ellos viajaron solo para ver una ánfora que contenía arena de la tumba de Beth, al parecer también fue una petición mía.

En cuanto a Amaia, no he podido hablar con ella después de los disparos a los fardos. El verla agitaba cada célula de mi cuerpo sin tener ninguna reacción por su parte, excepto por el dolor que seguía moviéndose en su pecho y no puedo culparla, la primera vez que perdí a Amelia vague sin rumbo por muchos años hasta que Lucifer me encerró en aquella burbuja.

Las horas pasaron, luego de las condolencias venían las clases de Williams de entrenamiento para la universidad y en las condiciones que tenía esta nueva época. Al principio fue difícil adaptarme a los teléfonos móviles, Keila tuvo paciencia los dos primeros días hasta que se me ocurrió aventar el aparato por la ventana del pent-house. Los siguientes modelos los configuraba en silencio aunque me sobresaltaba cuando este vibraba en alguna superficie.

—¡Me estás exprimiendo el cerebro, Williams! —me queje después de recitar los ratios financieros de la compañía.

—Señor, tiene que tener en cuenta que estudiara en unas de las mejores universidades de Francia, lo menos que puede hacer es eso.

—¿Y qué es esto?

—Su carta de recomendación que tan amablemente firmó la directora de su antiguo colegio —dijo sin expresión.

—Pero yo nunca fui a un colegio.

—Con mayor razón debe de recitar todo sin equivocaciones.

La sesión de estudio siguió hasta altas horas de la madrugada y no podía mantener mis ojos en mi color original, al siguiente día tendría que ponerme lentes de contacto para tapar el iris rojo. Cuando me dejó libre, agarré la pluma que estaba cerca de mí y comencé a escribir, quería sacar lo que estaba pensando acerca de Amaia, tenía que ver una forma de aprovechar esta oportunidad, no quería arruinarlo perdiendo la memoria nuevamente o alguna otra tontería.

Saqué el móvil y entre la galería abrí la única foto que había. Levante el aparato hasta mis orbes para detallar los rasgos en lo plano de la pantalla.

—¿Qué haré ahora, preciosa? Sabes que eres lo más importante que tengo en esta vida y la cague por lo que decían las personas. ¿Escribirte una carta será demasiado? sí, estoy loco, soy una persona que nació en una época en la que así se confesaba el amor, que si tenias una cabra me podía casar contigo y hacer una familia con tan solo quererlo sino te llevaba el Rey como esclavo —suspira—, soy un estúpido.

Ni tan Demonio {Completa} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora