EXPERIENCIAS

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Siguiendo con el trabajo los días que pasaron, George quiso probar su fuerza. No entiendo porque los hombres tienen esta necesidad. Para la prueba había dos cantidades de costales apilados al fondo del granero, consistía quien podía trasladar más sacos a los carros, estos estaban más pesados, al parecer era otro tipo de grano.

George comenzó con dos costales por ida y venida desde la bodega y los carros, lo fui igualando, cuando vio que mi condición me lo permitía, tomo tres al hombro. Para mí era como cargar a una mujer en mis brazos, para darle un poco más de emoción al juego, tome cuatro sacos y los traslade hasta el carro. Los chicos quisieron acomodarlos para hacer el trabajo más rápido y tener un descanso antes de que salieran los carros.

— ¡Hombre sí que eres fuerte! —dicen los chicos muy sorprendidos.

—Solo es la costumbre —me encogí de hombros restándole importancia.

—Yo creo que usted debe de tener mucha fuerza —dice Elizabeth apareciendo de la nada cargando un canasto junto a Bella— siempre veo trabajar a los chicos y ninguno podía cargar más que George —dice sonriendo.

— ¡Eres genial chico! —George palmotea mi espalda con sus grandes manos— me daré por vencido esta vez. Lo bueno que terminamos temprano —sonríe y agita las palmas dándole a todos la señal que pueden descansar.

—Siento decir que usted me tiene que acompañar —dice Elizabeth bajando la mirada— la Señora Roz quiere conocerlo pues el día de la presentación salió con el señor Enzo.

— ¿La Señora? —Digo sorprendido— ¿Qué querrá conmigo?

—Lo que sea que quiera tienes que lavarte primero, no puedes ir a presentarte así —dice George y hace que Bella me acompañe para prepararme— dile a la Señora que irá en un momento —le guiña el ojo y Elizabeth se retira del lugar.

La expresión de ella era de asco. Siento que algo no anda bien aquí.

Pasado un rato me interno en la casona del Señor Roz con Bella guiando mis pasos hasta una habitación en la segunda planta, Elizabeth está afuera esperando. Me hizo pasar y cerró la puerta a mi espalda dejándome solo en aquel lugar. 

La habitación tiene techos altos, paredes en color azul y una gigante cama en medio, sillas y una mesa a un costado al lado de ventanales que dan de pared a pared. La luz se filtra por todos lados y bien podría comprarla con una de las habitaciones del castillo en donde era esclavo.

Sentí una mirada provocativa y me tense al tratar de ver de dónde venía, detrás de un tocador sale la Señora Roz vestida con un tapado de terciopelo rojo. Llega hasta el centro, se sienta en su cama, cruza sus piernas dejando a la vista sus largas piernas.

—Estuve mirando cómo trabaja —dijo ella con cierto tono de voz felino— tiene una buena resistencia al trabajo de fuerza además de ser joven —sonríe y hace una pausa— el día que llegó no pude conversar con usted. ¿Le molesta si le hago unas preguntas?

—No señora.

—Solo para saber, por mis hijos no me gusta confiar en la gente a la primera vista —dice, aunque su postura no es nada desconfiada— ¿Está comprometido o casado?, ¿enamorado tal vez?

—Sí Señora —su expresión cambia a decepción un segundo y vuelve a su postura aristocrática— pero ella murió.

— ¡Que lastima!, lo siento por usted —dice— entonces está solo, y ¿familia?

—Nadie, todos murieron hace mucho tiempo —digo sin dar más detalles.

—No sabe cómo lo siento, mis padres y mi hermano murieron el pasado año. Un accidente dicen —la ira cruzó por sus ojos— pero quiero ofrecerle un trato.

Ni tan Demonio {Completa} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora