Guilty

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Todo era una locura.
Mi cabeza dolía, mi vientre ardía.
Mi vida se había
ido al carajo.
El futuro se derrumbaba frente a mis ojos
y solo podía limpiar las lágrimas
que bajaban por mis mejillas.

¿Cómo pude haber hecho eso?
¿Por qué hice eso?
Romper, sacar, poner.
Era tan simple
pero lo ignoré
porque nada importa
cuando la mente se nubla con el placer.

Estaba siendo poseída,
embelesada, hipnotizada
y solo...
pude dejarme llevar.
¿Qué importaba?
Ahora todo se derrumbaba
y ya no quedaba nada
por hacer. Conmigo
estaba la desdicha, que tonta fui.

La palabra con a se había desvanecido en cuanto él salió corriendo
a beber, a llorar, a gritar,
a lamentarse de nuestra decisión
igual que yo.

Pero yo no
podía tomar alcohol.

Los gritos de mi padre resonaban por toda la sala,
mi mamá intentaba
calmarlo pero nada funcionaba.
Así que solo lloraba en el rincón,
yo solo lloraba en el rincón.

Y otra palabra con a apareció.
Mamá lo susurró en mi oído
con pena, vergüenza y algo más.
Mamá lo susurró en mi oído
porque era algo impensable e ilegal.

Mis ojos tan solo
llo ra ban
y las gotas bailaban
justo frente a mi piel.
¿Qué debía hacer?
"No lo sé, no lo sé, no lo sé...".
¿Qué decidiría hacer?
"No lo sé, no lo sé, ¡no sé!
Tan solo estoy
muy asustada"

Mis labios
temblaban,
mi mirada
divagaba.

Conté los pasos
que dio mi padre por la sala,
fueron veintisiete.
Mi mente estuvo en blanco
durante veintisiete de sus pasos.
Luego hice que todo se fuera al carajo.

¡Mi vida...!,
se fue al carajo
Todo, ¡todo!, se había fragmentado.

Hasta las miradas tristes de mis hermanos
eran tragos amargos
que pasaban obligados
por mi garganta.
Podía sentir ese tibio y espeso y pesado sabor
pasar rodando por mi garganta, raspándola.
Podía sentirlo atorarse
justo frente a mis costillas,
delante de mi acelerado corazón;
podía sentir cómo me aplastaba y se burlaba
de mí. ¡De mí, de mí, de mí!
¡Me aplastaba y se burlaba
de mí!
Con una sonrisa bañada de cinismo
que podía ver en mi vientre.

La amargura crecía,
crecía, crecía y crecía.
Día tras día, noche tras noche.
Y mi pecho dolía,
se sentía apretado
porque ese sabor amargo
no desaparecía
¡solo crecía! ¡Crecía, crecía y crecía!
Día tras día, noche tras noche.
Mi culpa, (esa cosa), mi vida (por esa cosa...)
se desvanecía.

La ira de mi padre también crecía.
Tenía un trastorno si no bebía,
si no todo eran golpes y algarabía.
Mamá siempre cedía y yo
tan solo lloraba en la esquina

mientras mis hermanos me miraban
y solo me tocaban cuando pasaba un mal rato,
cuando mi vientre ardía y mi boca se deshacía
en el baño.

La palabra con a.
La palabra con a apareció en forma de recuerdo
mientras mi cabello se deslizaba por la taza de mármol
y olores desagradables masacraban mi olfato.
¿Puedes imaginar cuántas bacterias vivían ahí?
Y yo la estaba tocando con mis manos
porque mi boca no paraba de toser y toser
y escupir cosas que espero nunca volver a ver.

Luego mi mamá puso comida sobre mi plato,
pues había pasado como una hora aferrándome al baño
y lo volvió a decir.
Volvió a decir la palabra con a y yo me fui.
Lloré en mi cuarto,
espero mis gritos no se hayan escuchado.
No sabía qué decir.
¡Era una vida, una persona
la que crecía dentro de mí!

Apreté mi piel y pregunté:
¿Estás ahí?, mientras en mi mente se repetía
un "te vas a arrepentir".

Había una
vida
dentro de mí.
Algo que late pero no respira
y esa era la cosa, estaba ahí
adentro de mi piel. En mi vientre
quería sentir cómo se movía.

Decidí que
no podía dejarla morir, no podía matarla.
No podría vivir con más culpa
atorándose en mi pecho.
La palabra con a...
¿Adopción? No,
era aborto.
Algo ilegal, impensable, incorrecto,
¡inmoral!
Mi mamá estaba loca,
¿cómo podía pensar así?
Mi mamá estaba loca y yo
debía decidir
si morirme yo o
matar al error que cometí.

Mis ojos tan solo
llo
ra
ban
como cascadas tratando de descargar toda la frustración que mi corazón guardaba
pero nada
funcionaba.
Y yo tan solo... lloraba.
No podía hacer más, era débil,
dependiente; una niña
con cuerpo de mujer.
Me sentía más vulnerable
y aún ahora
no sé porqué.

Me sentía pequeña,
diminuta
y rota.
No quería que nada le pasara
a este bebé.
Quizás fue locura
lo que impulsó el primer paso hacia lo que parecía tortura.

Que ver.
Quería ver, sentir y poder
tocar su piel; ver sus ojos, su mirada.
"¿Cómo es?" No lo sé.
Por un momento, deseé
poderlo acariciar y ver
a ese bebé
que creía ahí adentro.
Esa fue la primera vez
que empecé a creer
en la vida.

Dios me había dado vida
y yo debía
cuidarla si podía.

Entonces mis uñas dejaron de clavarse en mi piel
y tan solo acaricié
esa zona, imaginando cientos, ¡miles!, de historias.

Mi vida valía
más de lo que pensé.
Entonces sonreí,
no sé porqué.

Poesía insípida • #PGP2020 • [ 3 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora