Porque no quiero besarle las patas

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A veces me dan ganas de gritar hasta quedarme ronca. Sé que mi mente se deteriora porque empieza a monopolizar mi cráneo con imágenes de personas gritando, con los ojos abiertos y llorando, el cuerpo temblando y el dolor evaporándose de cada parte de sus cuerpos. Mientras eso pasa, el resto de mi esqueleto se sumerge en una extraña calma.

La verdad es que no conozco las razones de esto. Tan solo me quedo estático, viendo hacia el vacío. Mientras se desata un debate interno acerca del tiempo perdido y lo que aún no he hecho. Lo que debería estar haciendo. Sin embargo, solo sé cómo gastar mi tiempo... y a veces ni eso.

Entonces una idea entra y se aferra al contorno gris de mi cerebro, con ganas de no ser olvidada aunque de todas formas nunca he podido descartarla. Es ahí cuando, luego de darle vueltas cientos de veces al asunto, debo aceptar que me estoy mintiendo a mi misma y tengo que dejar de hacerlo.

Es ahí donde acepto que solo soy una especie de quimera entre niña y mujer que solo está creciendo, cuyos pensamientos se multiplican de manera desproporcionada y desigual. Es ahí donde acepto que soy un cliché hecho persona y que esa es una realidad que debo aceptar. Si la personalidad se mirara a un espejo, me darían ganas de vomitar.

Al final, todo se resume en que tengo miedo de seguir creciendo. Pero hay algo mas.

Aún están
los deseos ocultos
que por años
he tratado de callar.

Esos que, cuando intentan reproducirse, les cubro la boca y luego los decoro con un bozal. Para que nadie los escuche y así mi máscara de humana hipócrita siga sin revelar

eso
que no quiero confesar.

Esa corona de papel
que no me puedo quitar.

Así que me toca saciar la sed abstracta buscando algún tipo de placebo emocional. Y ver dos hombres enamorándose es lo mas cercano que he podido encontrar. El latido de mi corazón sigue siendo imperceptible, pero mi rostro me delata con una sonrisa boba mientras mi mente manda imágenes aleatorias de mariposas.

Mariposas que no siento en mi panza porque las tuve que matar.

Y recuerdo cuando sentí algo similar a esa palabra con a, cuando mis emociones fueron vilmente aplastadas hasta casi colapsar. Mis oídos se inundan con piscinas, cosas pequeñas y canciones que dediqué. Y trato de recordar cómo era, trato de recrear el sentimiento pero a la vez me aterra.

¿Me quiero enamorar?

Y doy vueltas y vueltas a la misma imagen, a la misma idea. Y fantaseo con personajes ficticios en falsos escenarios, haciendo cosas que nunca me pasarán.

Me encierro
en una cápsula
hasta volverme
tan pequeña
que nadie
me puede
alcanzar.

Escucho la suave voz de Benjamin recitando un regaño acerca de porqué debería quemar la corona de papel que guardo en el bolsillo. Pero, ¿para qué? No hay pretendientes que se arrodillen a mis pies y si sigo en este estado de encierro intermitente tampoco los van a haber. El futuro se muestra tan distante, que prefiero gastar mi escaso tiempo delirando cosas y personas que nunca voy a tener.

Todo me parece tan efímero que no lo quiero tener.

Mientras, la música se ahoga en mi cráneo y resuena varias veces hasta formar remolinos de vejez. Los ecos se atascan cada vez que el cantante pronuncia frases románticas. Y mis labios le siguen el juego, cantando en mute esos versos que todavía no domino. Todavía no domino cómo amar, cómo entregarme por completo.

Y me burlo del romance hetero
mientras el BL está a punto
de sacarme lágrimas.
Y me pudre por dentro
tener un deseo tan básico

y superficial.

Hace que me sienta como un omega en su celo, solo que en lugar de sexo deseo amor romántico. Pero no hay nadie que pueda hacerlo y ni lo intento. Solo voy moviendo mi dedo por la pantalla en busca del siguiente manwha para poder mitigar el agujero que no he podido rellenar.

(El "te amo" se fue al carajo
desde que no me viniste a buscar)


que ya no te amo,
pero aún así...
Aún así deseo
estar enamorada.

Y tomo del cuello a la representación de todo lo que he expuesto que creé en mi cerebro.

Y le aplasto las manos
y le aprieto el cuello
hasta que ya no pueda
respirar.

Pero sigue vivo, ¡maldita sea! Sigue vivo y cada día menos... lo puedo controlar.

La impotencia me delata y modela por mi cara inexpresiva. Juro que hasta puedo verla bailar. Juro que hasta puedo verla tomar mi muñeca en cuanto me tiro a la cama y empiezo a fantasear con ese relato romántico que todavía me da pereza redactar.

¡Carajo!

Las escenas de personas gritando se ven sustituidas, ¡por citas! ¡Y flores! ¡Y muchos colores! Y chocolates en San Valentin y caricias hasta dormir y lágrimas durante una crisis

I MA GI NA RIA.

Pero yo sigo pegada a la fantasía, al "te deseo" que aún no he podido expresar.

¡Y me doy asco!
Me doy miedo...
porque no me puedo
controlar.

La soledad tan solo me mira desde una esquina, decepcionada. Gira su cabeza a ambos lados en una negativa porque sabe que en el fondo, muy en el fondo, a veces deseo...

evitarla.

Pero yo
estoy
encerrada en mis palabras,
en esta casa,
en la costumbre,
en mi encrucijada

y me da pereza tomarle el tobillo al amor solo para besarle las patas, como otra idiota desesperada. Estoy mejor así, si, estoy mejor así. Sin nada ni nadie que interrumpa el transe. Sin nada ni nadie que nuevamente provoque que me colapse. ¡Si! Creo que estoy mejor así.

Pero aún así...

Poesía insípida • #PGP2020 • [ 3 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora