Capítulo 3: Origen - IV

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23.57 horas.

Narra Dani:

Estaba entrando en pánico, Agustina me avisó que alguien me sacó una foto besando a Valentín y mi padre se había enterado. Vino para avisarme que me estaba buscando, pero como él no conoce el edificio, logró llegar antes. No sabía qué hacer, no quería involucrar a los chicos en esto y menos a Valen. Me decidí por retirarme pero mi padre llegó antes de que pudiera reaccionar, estaba rojo de ira, maldiciendo.

   — Daniel! Se puede saber qué es esto?! — gritó apenas me vio, señalando la foto en su celular. — Desde cuando andas con el tipo ese? — cuestionó ahora apuntando a Oliva.

   — Pará pa, calmate un poco, estás haciendo una escena. — intentó calmarlo Agustina, sin éxito.

   — Vos callate pendeja, que después voy a hablar con vos también. — exclamó. — Eso de andar de pollerita suelta se terminó. Y vos, vas a ir a tener que pedirle disculpas a tu madre por esto. — finalizó.

   — Yo n-no tengo que disculparme por nada, no hice n-nada malo. — intenté articular controlando los nervios. — Qué te importa con quién ando o no? Es mi vida, ya dejá de intentar controlar todo!

   — A mi me vas a respetar, pendejo de mierda. — elevando más su tono de voz, acercándose de forma amenazante. Valentín se interpuso en su camino. — Y vos, voy a hablar con tus padres por andar llenándole la cabeza de estupideces a mi hijo.

   — Creo que necesita calmarse, señor. — musitó Oliva. — Esto no le está haciendo bien a ninguno.

   — Vos no me vas a venir a decir cómo tengo que criar a mis hijos, escuchaste? — exclamó, pero esta vez se abalanzó sobre Valentín. El miedo y la ira me sobrepasaron ante el temor de que le hiciera daño. Sentí cómo la temperatura descendió a mi alrededor, estaba realmente furioso.

   — Basta! — grité con todas mis fuerzas, alzando ambas manos y cerrando los ojos.

Y el silencio reinó en el lugar, al volver la vista, un muro de hielo se había formado entre mi padre y Oliva, en su base el suelo estaba cubierto por una capa helada, que surgía desde mis pies. Mis brazos estaban cubiertos de escarcha y me desplomé. No entendía qué pasaba, los chicos me miraban igual de atónitos, mientras los Quintos mantenían un semblante serio.

   — Q-qué es esto? — soltó mi padre en estado de shock, mirándome con una mezcla de ira y temor.

   — Es suficiente, Osvaldo. — sentenció Emiliano a sus espaldas. — Vamos afuera, usted y yo necesitamos hablar.

   — Hablalo acá mejor, delante de todos, que quede claro. — ordenó Valentina y Emi estuvo de acuerdo.

   — Cuando llegaron por primera vez tuvimos una entrevista, y recuerdo muy bien su incomodidad en el tema, señor Labocha, pero aún así veo que no quedó del todo claro. — comenzó el Quinto de la Tierra. — En la República no tiene cabida ningún tipo de discriminación, bajo ningún concepto.

   — Él es mi hijo, ustedes no tienen ningún derecho a.. — intentó replicar.

   — Su hijo es mayor de edad, y aún si no lo fuera, no tiene ninguna potestad para ordenar sobre su persona, porque aparte, no es su propiedad. — continuó Emiliano, su semblante atemorizaba. — Además, no entiende que lo único que está logrando con su actitud es lastimar a sus hijos?

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