Capítulo 4: Unión - VII

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20.54 horas.

Narrador omnisciente:

El tiempo parecía haberse detenido, cada milésima de segundo parecía durar horas. Spallatti estaba sobre Monzón para protegerlo de aquel atacante. Su mirada aún desafiaba a ese extraño que los atacó sin razón aparente y que ahora se aprestaba a acabar con sus vidas. Aún así, no titubeó en proteger a quien le importaba tanto.

Su vida comenzó a pasar frente a sus ojos, su mente analizaba todo a máxima velocidad, intentando encontrar algo que pudiera darle una oportunidad de evadir su inminente muerte. — Un Vínculo de un Quinto se vuelve parte de sí mismo, siempre harán todo por protegerlo. — resonó en su mente, eso le había dicho Valentina cuando sellaron el Pacto de Vínculo unas semanas atrás.

Pero ahora no había ningún Quinto, sólo estaban él, Monzón y los chicos inconscientes. El intruso se encontraba en el aire, menos de un metro lo separaba de Lit y Ecko. Su daga dirigiéndose directo al pecho del ojinegro, y cuando estuvo a pocos centímetros de su objetivo, el aire pareció crisparse por un momento.

Segundos después el extraño estaba intentando recuperar el aliento, se había estrellado contra una pared lejana producto de un ataque directo en el estómago. Junto a los chicos, aún tendidos en el suelo, se encontraba Nicolás. Su puño derecho continuaba alzado luego de propinar el golpe contra el intruso y su mirada furibunda se centraba en su enemigo.

Se colocó delante de Ignacio y extendió su palma hacia atrás. Un círculo mágico rodeó a cada uno de los chicos que luego comenzó a sanar sus heridas y restaurar sus energías. El intruso escupió sangre con desagrado y sonrió con malicia mientras se lamía la sangre restante en la comisura de sus labios.

   — Así que al fin te dignaste a aparecer, maestro. — soltó aquella figura sombría mientras desenvainaba una segunda daga. — Pensé que dejarías morir a tus nuevas mascotas.

   — Sabés muy bien lo que pasaría si volvía verte, te lo advertí varias veces. — dijo Nicolás, la expresión de seriedad en su rostro incomodaba incluso a Spallatti. Antes de agregar algo más, detuvo el brazo del intruso cuando intentó apuñalar a Lit por la espalda, su velocidad había aumentado considerablemente. El Quinto estampó al atacante contra el piso y de un puntapié lo lanzó contra una pared nuevamente.

   — Vaya, parece a ellos si los tomas en serio. — murmuró con desagrado el extraño. — Mientras tanto mi familia se dedicó por generaciones a ustedes, y sólo recibimos desprecio de su parte. — agregó e intentó a rodear al Quinto otra vez mientras lanzaba sus dagas contra los chicos.

   — Es suficiente, terminemos con esto. — sentenció Nicolás, quien sostenía ambas dagas con una mano, reduciendolas a chatarra al apretar su puño. — Esta estupidez se termina hoy.

   — Oh vamos, no quieres jugar un poco al menos? — provocó el enemigo, pero en cuanto Nico dio un paso hacia adelante, retrocedió una distancia más que considerable para alejarse del Quinto.

Nicolás sabía que el intruso no era rival para él, pero sus objetivos eran Lit y Ecko, no podía darse el lujo de arriesgarse sin ponerlos en peligro. El extraño invocó tres copias de sí mismo con las sombras, las cuales portaban dos dagas cada una. Un momento después se desvanecieron para entrar en sigilo y atacar por sorpresa.

Las primeras dos cargaron a la vez, una desde el frente y otra por la izquierda, pero el Quinto con simples movimientos se las arregló para atravesar el pecho de una con su mano y romper el cuello de la otra. Las sombras se desintegraron al caer al suelo. La tercera intentó atacar a distancia lanzando unas cuantas dagas, pero cada una fue interceptada por Nicolás, quien usó la última para atravesar el cuello de la tercer sombra.

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