Capítulo 2: Adaptación: II

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21.04 hs.

Narra Ecko:

Me encontraba en el hospital visitando a Nicolás. Lit se había retirado hace un rato para cenar con su familia. Yo le avisé a mi madre que hoy cenaría solo, otra vez. El Quinto se encontraba igual que el primer día, cubierto de vendas con runas brillando y a medio sumergir en un extraño líquido con burbujas que se iluminaban de vez en cuando.

   — Es agua del manantial del Santuario. — dijo una voz detrás de mí, asustándome. Un hombre de cabello negro con una barba bien recortada y unos entrañables ojos verde mar estaba de pie a un lado de la puerta. — Santuario es un lugar que sólo los Quintos pueden visitar, y ahí se encuentra su energía de la forma más pura posible. Por eso trajeron ese líquido aquí, para acelerar su recuperación.

   — Y aún así sigue sin despertar. — dije frustrado. — Realmente no lo entiendo, se supone que son superpoderosos e inmortales, no? Y no pueden ayudarlo? No entiendo, posta que no lo entiendo. — solté mientras sentía que las lágrimas inundaban mis ojos.

   — Oh pequeño niño, aún te falta aprender mucho sobre los Quintos. — continuó el hombre. Vestía una camisa floreada y unas bermudas beige. Tenía un gorro que rezaba "Sombrero de pesca de la suerte de Neptuno". — Éste en especial, es mi favorito, por eso he venido a prestar un poco de ayuda.

El hombre elevó una mano, un pequeño símbolo de luz similar a un tridente se dibujó en ella y varias estelas de energía comenzaron a rodear el cuerpo del Quinto. La acción duró unos minutos, hasta que una mujer abrió la puerta. La nombrada tenía un largo cabello negro trenzado que caía porn un hombro, unos profundos ojos grises y vestía una túnica del mismo color con un aplique plateado que parecía el rostro de una lechuza.

   — Te perdiste la reunión, tu hermano no va a estar contento. — soltó con un tono seco.

   — Siempre es un cascarrabias, no había nada importante para discutir hoy, y aquí podría ser más útil. — contestó el adulto. — Por cierto, por qué estás tú aquí? Hasta donde sé, no te importan mucho los Quintos.

   — Victoria pidió mi ayuda, al igual que Annabeth. Tu hijo también la ha pasado mal desde que éste cayó. Así que decidí aparecer. Además Asclepio y Démeter prepararon una poción para que le trajera. — bufó la mujer.

Destapó un pequeño frasco del cual surgieron varias partículas de luz, que se dirigieron levitando directo al cuerpo de Nicolás. Luego alzó un brazo y una pequeña lechuza de niebla se posó en su antebrazo. La misma extendió las alas y la niebla cubrió la camilla completa. Un par de segundos después, se desvaneció. — Listo, he hecho lo que he podido.

   — Ya ni te reconozco, tu hija te ha hecho cambiar. — musitó el ojiverde, recibiendo una cara de asco de la mujer.

   — Me retiro, y te recomiendo hacer lo mismo, tu hermano te busca. — dijo mientras se dirigía a la puerta, por la cual ingresaba Victoria en el mismo momento.

   — Veo que sí viniste, gracias Nea. — soltó con una sonrisa la morocha.

   — Ya te dije que no me llames así, libélula. — Victoria se limitó a soltar una risita. — Pero si, y ya me estoy retirando. Espero que la próxima vez que me llames no sea sólo por mi ayuda.

   — Así será, lo prometo. — continuó la ojinegro, haciendo una pequeña reverencia.

   — Pues yo también debería retirarme. — agregó el hombre. — Y tu niño, tranquilo, se recuperará antes de lo que imaginas. — se marchó luego de guiñarme un ojo y saludar a Victoria. Quedamos unos segundos en silencio mientras ella revisaba los signos vitales de Nico.

   — Tremendo par te viniste a cruzar. — dijo Victoria al sentarse al otro lado de la camilla. — Menos mal no empezaron a discutir, se ponen imbancables.

   — Quiénes eran esos? Bastante raros. Además, detesto que me traten de niñito. — bufé ofendido. Victoria soltó una carcajada.

   — Es que para ellos sos un bebé de pecho. Esos eran Poseidón y Atenea, los dioses del Mar y la Sabiduría. — soltó como si nada la morocha.

   — Qu-qué? Dioses? Son de los griegos esos, no? — solté sorprendido. Me tomó por sorpresa que un par de dioses parecieran personas tan comunes, a pesar de sus ropas.

   — Si, uno se los cruza de maneras muy extrañas. Pero son poderosos, y agradezco que hayan venido a intentar ayudar al menos. — continuó la ojinegro. Luego soltó otra carcajada al ver mi cara de incrédulo. Pero un pensamiento nació en mi mente. — Si unos dioses tan importantes vinieron a ayudar, en serio la situación es grave, pero él les importa lo suficiente para que se preocupen.

Continué charlando con Victoria sobre los dioses y el estado de Nicolás por unas horas más, y luego me retiré a mi habitación para intentar descansar un poco. Monzón me esperaba en la puerta con dos vasos de chocolatada. Sonrió al verme llegar.

   — Hasta que al fin apareces wacho. Fui a buscarte al hospital pero como hablabas con Vic no quise molestar. — dijo el peliblanco mientras me ofrecía una taza. — Querés? Ya está fría, pero seguro no comiste nada.

   — Sos un capo wachín, gracias. — pronuncié mientras tomaba la taza. — Boludo, me pasó algo re flashero.

   — Ahora me contas gil, vamo a tirarnos a mirar un poco de Netflix que mañana tenemos día libre. Ya de paso me contas qué onda. — respondió el peliblanco. — Braian iba a salir, así que tenemos la habitación pa los dos solos. — continuó alzando ambas cejas de manera pervertida.

   — Ya quisieras toda esta carne pa vos sólo, gil. — dije mientras le empujaba un hombro y abría la puerta. — Entrá dale.

   — Capaz que quiero si. Con kilo y medio de nalga de cada lado, me hago carnicero con gusto. — replicó, para darme una nalgada y soltar una carcajada luego de entrar. Lo miré con mala cara para luego rodar los ojos. Aunque sí sentí como se calentaban mis cachetes, me estaba poniendo colorado y no le permitiría verme así.

Pasamos el resto de la noche hablando sobre los dioses que visitaron a Nico hoy, y todo esto nuevo que nos queda por aprender. Mañana sería un nuevo día, tal vez mañana sí despierte.

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