Capítulo 1: Cambios - IV

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Narrador omnisciente:

Un asaltante volaba directo hacia él, soltando otra andanada de proyectiles. Se deslizó sobre sus rodillas mientras invocaba dos nuevas armas, sus Hojas Gemelas. Un segundo después, su rival se desintegraba detrás de él, partido en tres partes. En cada mano sostenía una espada de un sólo filo, ambas hojas tenían su centro hueco y emitían un leve brillo celeste.

Las sombras cargaron contra el pelinegro y todas conocieron de cerca el filo de sus espadas. Una veintena de intrusos volaban dentro de la esfera, atacando tanto a las cúpulas del grupo como a su defensor. Este último pronunció algo por lo bajo y dos círculos se dibujaron bajo sus pies. Comenzó a correr por el aire, tomando por sorpresa a los asaltantes y haciéndolos caer uno a uno.

Divisó a lo lejos algunos asaltando las defensas, canalizando rayos umbríos, apuñaló en el cuello de dos enemigos frente a él, hizo una seña con sus manos y un círculo mágico apareció apuntando hacia la cúpula. Apoyó una palma sobre éste. — Condena Lunar: Estrellas en caída. — recitó.

Una andanada de estrellas fugaces salieron disparadas hacia los conjuradores, que cayeron ante la lluvia de impactos, sólo unos pocos evitando daño mortal. Cargó contra los restantes, asesinándolos rápidamente. Cuando quedaban sólo dos, notó como imbuían poder en una oscura orbe entre ellos. Debía evitar que terminaran el hechizo, y lanzó su espada con la mano derecha, que quedó incrustada en la sien de su objetivo. El otro cayó cuando la energía del orbe se volvió contra él.

Un dolor punzante en su hombro izquierdo lo sacó de sí. Un puñal serrado lo atravesó mientras tenía la guardia baja, el dolor era insoportable. Tomó a su agresor por el cuello y lo estrelló contra el piso frente a él, cambió de mano su otra espada y la clavó con furia en el pecho de su rival, perforando incluso la azotea de aquel edificio.

Tomó su hombro herido, el dolor nublaba sus pensamientos. Logró reaccionar, no podía darse el lujo de autocompadecerse, cientos de vidas dependían de él. Cerró sus ojos y se concentró. — Bankai: Daiguren Hyōrinmaru. — susurró.

Una fuerte ventisca de nieve comenzó a girar en torno a su cuerpo, impidiendo toda visión de él. Asaltantes lo rodearon por ambos lados y atacaron a la vez. Todos sus proyectiles fueron rechazados por la tormenta, que un instante después, explotaba congelando todo a su alrededor.

Las sombras yacían congeladas para justo después comenzar a quebrarse en miles de pedazos a causa de una onda expansiva. La ventisca se disipó, dejando al descubierto un Nicolás con una nueva armadura, hecha de hielo oscuro. Unas lisas botas cubrían sus pies hasta las rodillas, excepto por la derecha, que también subía por toda su pierna.

La mitad de su torso vestía un chaleco en mal estado, y ahora unas cadenas se enredaban desde su cintura hasta el hombro izquierdo. El mismo estaba cubierto por unas hombreras gélidas que bajan por su brazo hasta formar un guantelete.

En su mano derecha sostenía una espada larga, con una hoja plateada levemente curvada unida a una empuñadura cubierta de hilos celestes por medio de una estrella de cuatro puntas. De su base surgía una helada cadena, que se torneaba en el antebrazo del ojiazul hasta unirse a las cadenas en su pecho.

Un gran número de enemigos se aprestaba a detenerlo mientras comenzaban a cargar hacia él. El pelinegro cambió su posición y se preparó para atacar. Su respiración cambió. — Respiración del Agua: Cuarta Postura: Golpe de Marea. — pensó.

Se abalanzó uno a uno sobre sus rivales, el filo de su espada dejaba un rastro de agua centelleante a su paso. El recorrido del agua atravesaba por el cuello a cada enemigo, que se desintegraban entre gritos ahogados. Continuó lanzando cortes y estocadas, dejando una neblina de sombras asesinadas.

Divisó cinco asaltantes preparando un ritual de invocación, no sabía cuánto llevaban en eso, pero debía detenerlos rápido. Cargó velozmente contra ellos, pero a pasos de alcanzarlos, una figura envuelta en llamas surgió en el centro del grupo.

Mierda. — susurró mientras seguía atacando. Posicionó su espada sobre él y dio un salto. Se concentró en su respiración nuevamente. — Respiración del Agua: Octava Postura: Cascada.— Realizó un tajo vertical sobre la bestia que chilló de dolor. En un instante, seis chorros de agua atravesaban a los enemigos a su alrededor así como al oponente frente a él. El ritual se rompió y todos se desvanecieron segundos después.

Esquivó varios ataques que se aproximaban desde arriba y saltó contra sus enemigos. Asestó varias estocadas acabando con ellos y bloqueó un hechizo en su espalda. Una andanada lo golpeó en el estómago, haciéndolo perder el equilibro por un momento. Sintió un increíble dolor en la espalda y apenas bloqueó un segundo ataque con su brazo. Se estrelló contra el edificio y todo quedó negro.

Se sentía medio aturdido, el dolor lo estaba desesperando. Un corte recorría su torso desde la espalda baja hasta el costado izquierdo del pecho. El tajo era profundo y estaba perdiendo mucha sangre. Le costaba respirar, dolores agudos en los pulmones lo torturaban con cada exhalación.

Se apoyó sobre una rodilla y acercó como pudo la hoja de su espada a la herida. Ésta emitió un leve brillo y el corte cicatrizó un poco, deteniendo la mayoría de la hemorragia. Se encontraba exhausto, había consumido demasiada energía, no soportaría mucho más.

Logró ponerse de pie a duras penas. Las heridas de la pierna y el hombro estaban pasando factura. En los segundos que estuvo fuera de combate, un gran contingente enemigo se preparaba para asestarle el golpe final. Decenas de hechizos y maldiciones salían disparadas hacia él. Se enfocó en los ataques y acompasó su respiración. — Concentración Absoluta. — pronunció por lo bajo.

Esta se normalizó y sus sentidos se agudizaron. Preparó su siguiente habilidad. — Respiración del Agua: Decimoquinta Postura: Barrera Burbuja. Blandió su espada y una traslúcida esfera de agua lo rodeó. Absorbió y detuvo todos los ataques. Parte de la azotea detrás de él colapsaba debido a la potencia ofensiva. Los asaltantes se acercaron determinados en hacerlo caer.

Diversas armas chocaban contra la burbuja, que apenas resistía. Calmó su respiración y cambió su posición. — Respiración de la Luna: Séptima Postura: Gloria Lunar. Varias sombras se desvanecieron con el corte de su espada. Su hoja brillaba con un tono blanco, puro. En su recorrido, infinidad de hojas blancas con forma de luna menguante se esparcían en espiral, masacrando los intrusos a su paso.

Esquivó varios ataques y bloqueó otros, alejándose un poco para analizar la situación y se alarmó. Había perdido el control de la pelea, la cantidad de intrusos aumentaba y las defensas del grupo estaban bajo asalto. Se enfocó en su respiración, se dirigió a la cima de la cúpula que protegía al grupo y preparó un ataque final, debía acabar con el asedio cuanto antes. — Respiración Combinada: Danza de Marea Lunar: Dragón Nimbo Astral. — exclamó la parte final.

Sostuvo la espada con su vista en la hoja y recorrió la extensión de la misma con dos dedos mientras pronunciaba aquellas palabras, la cual comenzó a brillar intensamente. Trazó un arco frente a él, dejando una gran fisura de luz en el aire. De la misma surgió un colosal dragón de apariencia serpentina, que comenzó a atacar a los enemigos a su alrededor. La bestia era de un traslúcido celeste, en su interior se visibilizaban estrellas y constelaciones de un blanco brillo.

Uno a uno, los asaltantes fueron aniquilados por la bestia, que ignoraba todo ataque. En menos de un minuto, solo un par de enemigos quedaban en pie. El inmenso dragón se alzaba alrededor del grupo, devastando a quien se acercara. Repitió una seña de manos y los circuitos luminosos reaparecieron en sus brazos. Alzó el derecho con dificultad. — Defensa Definitiva: Barrera Prismática. — conjuró.

Un nuevo domo iridiscente, más pequeño, se tejía en los restos de la azotea, entre las defensas y la bestia astral. El pelinegro cayó exhausto apoyándose sobre una rodilla en la cúpula, creyendo que tenía al menos un par de minutos para recuperarse. Se equivocó, un estruendo lo tomó por sorpresa, algunas grietas se esparcían por la superficie de la cúpula mientras algunas runas desaparecían. Las defensas habían caído.

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