Capítulo 5: Equilibrio - III

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25 de Abril de 2020.

23.41 horas.

Narrador omnisciente:

La noche era fría, la luna apenas se divisaba entre las nubes y una densa niebla cubría toda la montaña. Los Quintos se encontraban sobre la azotea de la edificación, que básicamente consistía de un gran palacio con una veintena de habitaciones rodeando una gran sala central, donde estaban los chicos con la familia del escriba.

La mansión, que se asimilaba a un estilo asiático de la Tierra, estaba rodeada por un gran patio de piedra delimitado por una alta muralla de roca y cubierta de madera. A lo largo de la meseta donde se ubicaba el palacio, el valle que la precedía y la montaña que se alzaba detrás; un abundante bosque de pinos cubría todo a la vista.

A pesar de todo, el ambiente se notaba tranquilo. Los Quintos habían conjurado una variedad de escudos que cubrían todo en cinco kilómetros a la redonda. La misión era simple, mantener la seguridad de una familia imperial ante un ataque de demonios. LaFuente se teletransportó a la azotea para chequear la situación.

   — Y qué onda? Algo nuevo? — cuestionó Dam.

   — Nada, algo no está bien. La nave está vigilando la ciudad y la sede del Cuerpo de Exterminadores y no hay ningún movimiento. — explicó Valentina.

Antes de que alguien más tomara la palabra, sus instintos se pusieron en alerta. LaFuente no entendía el por qué de sus reacciones, los Quintos observaban los alrededores de forma nerviosa. En los escudos lejanos comenzaron a aparecer resplandores bajo los árboles, algo estaba atravesando las barreras.

   — No puede ser. — soltó Agustín. — No pueden haber venido tantos y atacar en otros lugares también. Los cazadores nos traicionaron.

   — No creo, los Pilares estaban en alerta, Ubuyashiki nunca nos traicionaría. — habló Victoria.

   — Eso no importa, prepárense. — intervino Emiliano, que ya vestía su armadura completa, acción repetida por el resto. — Estilo de Tierra: Barricada Diamantina. — conjuró junto con ademanes con sus manos, acto seguido centenares de estalactitas afiladas de diamante surgieron alrededor de la muralla.

   — Estilo del Aire: Tifón. — pronunció el Quinto del Aire, el viento se arremolinó sobre el palacio, comenzando a descender. Apenas tocó el suelo, sopló con gran vehemencia entre los árboles, dispersando toda la niebla y mandando a volar todo entre ellos. El resto de los Quintos comenzó a concentrar energía.

   — Invocación Divina: Centinelas del Hades. — soltó Nicolás, y sobre la muralla y los techos surgieron decenas de figuras de piedra, vestidas con armaduras griegas. Sostenían un gran arco y la flecha tensada estaba compuesta de una neblina violácea con destellos verdes.

   — Levántense, Protectores de la Tierra. — exclamaron ambas Quintas al unísono. Un minuto después, un batallón entero de soldados se apostaba sobre el patio. Su piel era blanca con un leve fulgor, eclipsado por el fuerte brillo de sus armaduras de luz. Las primeras seis filas blandían lanzas y escudos, las siguientes tres cargaban arcos y los de la última sostenían bastones.

   — Son nuestro ejército personal. — explicó Emiliano mientras inspeccionaba las tropas. — Son almas de millones de soldados, de todos los Universos, a lo largo de la historia. El ejército más grande de la Existencia.

   — Carguen flechas, se aproximan enemigos en todas direcciones. — ordenó Valentina. — Dam, volvé adentro y prepárense. Haremos lo mejor que podamos para que no entre ninguno. — acotó.

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