Capítulo 4: Unión - XIII

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21.53 horas.

Narra Trueno:

Todo parecía cada vez más oscuro, frío, distante. Sentía como mi energía era drenada lentamente, aquella criatura estaba consumiéndome lentamente. ¿Tan difícil era matarme y listo? ¿No tuve suficiente agonía los últimos meses? ¿Esto era lo que el gran Destino tenía deparado para mí?

Desearía que nada hubiese pasado, que los Quintos nunca aparecieran, no haber aceptado venir. Mi padre murió por mi decisión. Mi vieja me abandonó, por mi decisión, y se llevó consigo a mi hermano. No sabía nada de Emi hace demasiado. Los Quintos se encargaron de su seguridad, pero no poder abrazarlo una última vez me destruía.

El mareo empeoró, comencé a perder la conciencia. Al menos no tendré que vivir el final de esto en carne propia. Era mi fin, lo había aceptado. Algo cambió, una pequeña chispa en mi interior, como un aviso de que aún no era hora. Un momento después sentí la variación en la temperatura a mis espaldas.

El frío ya no estaba, ahora una brisa de verano me envolvía. Un pequeño resplandor arrojaba sombra delante de mí. Un rugido profundo resonó a mi alrededor y un brillo verde e incandescente pasó a mi lado, impactando contra la criatura. Tardé unos segundos en acostumbrar la vista, pero me sorprendí con la bestia ante mis ojos.

Un león de pelaje verde claro brillante y melena de color musgo había arrancado una de las garras del monstruo. Medía al menos seis o siete metros de largo, era gigante, aunque aún parecía pequeño frente a la colosal criatura deforme frente a mí.

El gran felino dio un salto hacia atrás para esquivar un tentáculo y aterrizó detrás de mí. Aún no podía siquiera girar la cabeza, y la adrenalina recorría todo mi cuerpo. Un destello amarillo apareció un segundo después, rodeando al monstruo por varios lados. Por su recorrido un relámpago blanco repitió el camino, dañando en varias partes a la criatura.

Cuando se frenó pude reconocer el origen del destello. Parecía un leopardo, o jaguar, en fín, un gran felino, con el pelaje plateado y manchas amarillas y negras. Pequeñas corrientes eléctricas saltaban de mancha en mancha, al igual que de su boca y ojos.

Luego sentí un calor más intenso que el previo, y a mi derecha caminando lentamente apareció un gran tigre, de un naranja volcánico, con rayas rojas y negras sobre su lomo. Llamaradas de fuego lo rodeaban, como danzando a su alrededor.

Me miró directamente a los ojos y sentí como si mirara directamente al Sol. Luego escuadriñó las raíces que me rodeaban, pisó con una pata delantera y el fuego me rodeó, incinerando mis ataduras pero sin dañarme en lo más mínimo. Se sentía como un abrazo necesitado.

Apenas me liberé sentí una mano posarse en mi nuca, y una fantástica sensación me rodeó. Una voz familiar me volvió en sí, y al voltear me encontré con Emiliano compartiendo sus energías conmigo.

   — Perdona la demora, enano. — soltó el Quinto de la Tierra. — No sabés lo que nos costó encontrarte. — agregó, soltando un suspiro de tranquilidad. Yo me limité a cerrar los ojos para sentir su poder invadirme.

   — Emi. — musité. — No siento nada. Estamos en el espacio? — cuestioné. — Toco el suelo y.. nada. No siento nada en ningún lado. — El nombrado observó bajo mis rodillas y asestó un puñetazo.

La oscuridad que cubría el suelo se desvaneció ante el golpe, dejando a la vista un piso de tierra y la cueva que nos rodeaba. Sentí un torrente inmenso de energía invadir mi cuerpo. La Tierra me daba fuerzas para levantarme. El Quinto me ayudó a ponerme de pie, y a su lado apareció un gran puma, de pelaje morado y unos extraños símbolos púrpura flotando alrededor de su cuerpo.

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