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Después de un día eterno, apagó la luz de la oficina de la galería y cerró la puerta al salir. Pasó todo el día revisando y dando los toques finales al diseño del ala de arte antiguo, era poco lo que faltaba para que el proyecto estuviera terminado.

Recorriendo el pasillo hacia la salida se percató de que no era el único que permanecía trabajando hasta esas horas. La luz que provenía del ala que le fue asignada a Edward iluminaba el camino, guiandolo hacia donde sabía que no debía ir jamás.

Antes de que pudiera reaccionar se encontró caminando hacia Harry.

Llevaban más de tres meses trabajando juntos. Tres meses de verse y lidiar con la incomodidad a diario. No era sencillo pero ambos luchaban para mantener las cosas en calma y dar lo mejor de sí mismos. La distante cordialidad que mantenían era rota solo en aquellos momentos cuando Harry bromeaba, cruzando cualquier límite impuesto, sacándolo de balance.

Pero la antigua confianza estaba en el pasado y cuando surgiría, dejaba un sabor amargo lleno de nostalgia. Ambos decidieron comportarse como adultos, pero era difícil ignorar lo que era evidente a estas alturas. El pasado volvía en cada mirada, cada sonrisa y cada vistazo furtivo. Y no es algo que simplemente pudieras ignorar.

Aunque tampoco es como si fueran capaces de hacer algo al respecto. Hasta el momento ninguno de los dos había expresado ni el más mínimo deseo de volver a estar juntos.

Habían pasado tantas cosas entre los dos que la propuesta ni siquiera estaba sobre la mesa.

Para Louis lo que tenían en este momento era algo extraño. El regreso de Harry, convertido en una nueva persona, les estaba dando la oportunidad de conocerse como nunca lo hicieron antes. Era extraño y un tanto aterrador como en algún momento estuvo dispuesto a compartir su vida con el omega y ahora, que no estaba cegado con ninguna expectativa, se daba cuenta de lo mucho que se desconocian el uno al otro. Y lo que era aún más aterrador: habria pasado su vida sin saber exactamente quien compartía el otro lado de su cama.

En el tiempo que llevaban trabajando juntos Louis se dio cuenta de un par de cosas. La primera: Harry era capaz de poner su alma y corazón en algo y cumplir con sus promesas; y la segunda: a diario le fascinaba el omega en el que se había convertido. Quizás fuera bastante patético que luego de pasar por tantas cosas no hubiera aprendido que su ciega veneración hacia Harry solo lograba lastimarlo. Pero es que, ahora, si había algo que admirar más allá de la belleza y el carisma característico de los Malik.

Encontró a Harry recostado en el suelo, sus ojos cerrados y sus brazos alrededor de su chaqueta, la que dobló simulando una almohada. Era la viva imagen de la satisfacción personal mezclada con agotamiento. A lo largo de estos meses vio una faceta de Harry que nunca había visto. Era tan extraño y maravilloso que le costaba creer que fuera el mismo omega. A menudo, se preguntaba qué había motivado tal cambio en él. Lastimosamente ya no era algo que le importara. Así que debía conformarse con admirarlo en silencio.

Planear una exposición era más agotador de lo que Louis imaginaba y está escena se repetía a menudo. Harry llegaba muy temprano a la galería y solo la luna sabía a qué hora regresaba a casa. Cuando no estaba en su estudio pintando, estaba en la Galería revisando las propuestas de los pintores que acudieron a la convocatoria para exhibir nuevas piezas junto a la colección de Edward. Las primeras veces que lo encontró durmiendo, Louis se limitó a cubrirlo con su chaqueta y a apagar la luz de la sala. Para su sorpresa, a la mañana siguiente, Edward seguía dormido allí. La falta de descanso le afectaba para el resto del día, pero este nuevo omega no descansaba ni un día hasta que el trabajo estuviera hecho. Así que ver a Harry desvelado, desaliñado y con la pasión brillando en la mirada se volvió algo común.

Hermoso, Coqueto y Vanidoso (Larry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora