-Sabía que bajarías.
Al escuchar su voz, prácticamente al momento volteé mi cabeza hacia todas las direcciones existentes. Por suerte en ese instante la calle se encontraba bastante solitaria y no había ojos curiosos observándonos. Ventajas de tener un amigo que viva en un barrio marginado del centro de Madrid.
-¿Qué estás haciendo aquí?- Pregunté a Axel, sorprendida.
-Quiero hablar contigo.
-No voy a volver al programa.
-Lo sé, y no pretendo que vuelvas. De hecho, no quiero que vuelvas.
No solo fueron sus palabras, sino también su franqueza la que me hizo reaccionar y darme cuenta que hablaba seriamente. Nuestras miradas se quedaron enganchadas en un mundo aparte, donde se decían todo y nada. Ambos estábamos con los brazos cruzados y yo noté que me estaba mordiendo los labios cuando él también hizo ese gesto. Volví a mirar a nuestro alrededor y finalmente, asentí con mi cabeza.
-Vamos arriba.
-No creo que sea buena idea.- Axel se encogió de hombros.- Sé que no soy bien recibido en la casa de tu estilista.
-No podemos ir a ningún sitio público.
-¿Por qué? Ya no eres mi pretendienta.
-Pero si en el programa acabas de decir que no querías ponerte en contacto conmigo por no quererte saltar las normas por qué tienes esperanzas a qué vuelva.
-¿Sigues viendo el programa?- Me quedé en silencio. Mierda, Carolina. No sé cómo te las ingenias, pero siempre la fastidias.- No importa. Eso lo dije hace unos días, ahora pienso de otra forma.
-Vale, pero yo no quiero que nos vean más juntos. Quiero salir de este mundo.
-Está bien.- Dijo Axel.- Lo respeto.
Ambos subimos las escaleras en silencio y cuando llegamos a la puerta del piso de mi amigo, piqué el timbre. Escuché los pasos de mi amigo acercarse a la puerta y seguidamente, él salió por la puerta. Se había vestido y estaba hablando por teléfono. No se despidió de nosotros y nos dejó la puerta de su casa abierta. Con eso entendí que él no iba a dejarme fuera de su casa, que no iba a dejarme tirada a pesar de mis decisiones, pero que él directamente no iba formar parte de esto.
Los dos entramos en el interior del piso y nos dirigimos hacía el comedor. Nos sentamos en el sofá, manteniendo una distancia prudente. Axel vestía tan casual como en nuestras citas. Llevaba una camiseta negra con el número siete de color blanco justo en el centro, pantalones piratas ajustados y sus bambas deportivas. Su pelo no estaba tan bien peinado como de costumbre, estaba revuelto, como si se lo hubiera estado tocando con nerviosismo. Además, su barba de tres días había pasado a ser de cinco días, pero seguía estando guapísimo.
En cambio yo estaba dejada. Llevaba una coleta mal hecha, pantalones de deporte y una camiseta ancha. En conclusión: lo más antimorbo que tenía en mi armario. Aunque por otra parte, sabía que a Axel le gustaba cuando estaba sencilla, sin maquillaje. En ese instante él cogió mi muñeca, pero no se aproximó a mí.
-Estás más delgada.
-Y tú te ves más dejado.- Le dije mientras le acaricié la barba, aunque rápidamente corté el contacto tanto de mi caricia como la de su mano sosteniendo la mía. Estás enfadada con él, Carolina Blanch, que no se te olvide.
-No me he dado ni cuenta.- Dijo él mientras se tocaba la misma zona donde yo lo había hecho.- Llevo semanas en que no sé quién soy, Carol. Pierdo la noción del tiempo y siento que cada movimiento que hago, hiero a alguien que me importa.
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