Capítulo 8 (mini)

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Adelanto del capítulo

Gracias 

😘😘😘😘


Nadie, ni en sus imaginaciones más alocadas podría habérsele ocurrido aquello.

¿En qué estaría pensando?

Aún sus palabras dichas unos minutos antes, resonaban con fuerza en su cabeza. Y que mencionara el dinero de por medio, lo puso furioso.

El dinero lo necesitaba y ella sabía el porqué de ello.

Solo era un maldito juego para ella.

¿Por qué tuvo la idiotez de contárselo bajo un arranque nacido de la rabia?

No tuvo que contárselo, aunque fuera para consolarla. Tuvo un momento de debilidad que no volvería a pasar. No iba a haber una segunda vez. Ahí estaba, la muy sibilina, ofreciéndole una cuantiosa recompensa a cambio de un beso. Ni se avergonzaba en proponérselo, ni siquiera un rubor de vergüenza teñía en sus mejillas.

¿Ella, avergonzada? Jamás. Era la viva imagen del descaro.

— ¿Siente un extraño, retorcido y malévolo placer al ofrecerme tal dinero, que supongo que será el de su padre a cambio de un mísero beso?

No iba a darse de encantador caballero con ella.

¿Para qué fingir ser un caballero cuando lo quería realmente era derribar esos aires de superioridad?

Deslizó las manos sobre la tapa del piano para tapar el teclado y finalizar la lección, cuando la escuchó decir:

— ¿Por qué no lo iba a aceptar cuando le puedo dar más dinero del que gana? — encogió uno de sus hombros de forma coqueta, que no provocó ninguna reacción en el hombre, acostumbrado a su banalidad —. No es un trabajo asqueroso el que le pido.

— Pero me ganaría el despido con ello, cosa que usted no creo que intentaría devolverme. Por no añadir que sería inmoral y dañaría mi reputación si nos llegasen a ver.

La chica guardó bien sus sentimientos. Por supuesto, era tan buena actriz y la consideraban como tal — especialmente él —, que no le enseñó cuán herida estaba por su indiferencia y desdén ante su oferta perfectamente maquilada. Afortunadamente, no podía oír sus latidos de su corazón que estaban desbocados como los de un caballo.

— ¿Por qué no se lo pide a uno de sus amigos? No sé, al señorito Finnigan está muy interesado en usted y no dudaría en aceptárselo.

— No sería tan interesante, ni tan divertido. Veo que estoy perdiendo mi valioso tiempo.

Nada más levantarse, él la cogió de la mano, que estaba enfundada por su guante. No se los había quitado. Ahí demostraba su poco interés en dar la clase, dispuesta a conseguir su otro objetivo. Apretó la mandíbula, molesto.

— Noes el único que lo pierde. Siempre me encontrará como un juguetedel cual divertirse.

— Sí, es mi juguete favorito. Es tan serio que nadie se imagina si tiene sentimientos. Por eso es divertido averiguar si es verdad.

— ¡Olvidaba que disfrutaba burlarse de mí!

Los dos se miraron, retándose.

— No la besaré, aunque me ofrezca todo el oro del mundo — la soltó abruptamente y cerró la tapa con un ruido seco —. Tómase en serio las lecciones o dile a su padre que busque a otro pianista con el que jugar y burlarse de él.

— ¡Idiota!

Dio un zapatazo y salió de la estancia corriendo, resonando el taconeo de sus zapatos. No hizo falta girarse para saber que se había ido de la estancia, ya el sonido de la puerta le dio el aviso. No se molestó en mirar por encima de su hombro. Observó como sus manos se habían formado en dos puños y se le veían los nudillos blancos.

El efecto que le provocaba.

***

No le sirvió refugiarse en su dormitorio porque los sentimientos seguían bullendo furiosamente en su cuerpo sin poderlos controlar. ¿Cómo se podía detener las olas furiosas del mar? No debió de rebajarse tanto. No debió en seguir a su impulso, y pedírselo.

— La idiota eres tú — se dijo en un lamento.

Triste, se sentó en el diván y cogió a su paso su osito peluche, refugiando su rostro en la suavidad del pelo. Lo había deseado tanto que no creyó que él se negaría.

Te lo mereces por caprichosa.

Siempre se le cumplían sus antojos. Si deseaba algo, su padre se encargaba de comprarlo o su madre lo engatusaba para contentar a la niña. Salvo cuando discutían, no pensaba en ella. Pero eso era otra historia. Ciñéndose al tema de su profesor, ella no quiso un profesor de piano, no quiso a un hombre que la mirase con desaprobación, no quería que tuviera esa mirada, haciéndole replantear todo lo que había sido su vida.

— Señorita, ¿está bien?

Parecía ser que la había estado llamando varias veces porque notó en el rostro de su doncella y se le denotaba preocupación en sus facciones.

— Sí, sí. Estoy bien — y lo iba a estar porque nadie, y menos él, le iba a estropear lo quedaba de día. Había otros caballeros que podían satisfacer sus deseos —. Prepáreme el vestido de esta noche. Quiero estar espléndida.

— Sí, señorita.

Sin embargo, su corazón protestó. Sabiendo por más que se pusiera hermosa, nunca llamaría la atención de el.

Mírame a mí  © #2 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora