Capítulo 26 (mini)

4.8K 704 37
                                    

Se le desapareció la sonrisa en cuanto él se fue. El chasquido de la puerta y que esta volviera a su lugar se lo dijeron a voces.

La habitación era más grande estando sin él. 

Solitaria e insípida. Vacía.

Movió la cabeza y bajó la mirada hacia el trozo de papel que le había llegado. Era del señorito Finnigan, que le pedía perdón - ¡por fin! - después de días y días, estando a falta de noticias suyas. Sus disculpas servían para seguir adelante con su amistad, como había querido. 

Pero tal alegría se disipó un poco. 

Sus ojos se dirigieron hacia el instrumento de música, sin dueño ahora, hasta que él lo volviese a tocar cuando fuera la próxima clase o ella, si le apetecía. Se abrazó a sí misma, reprimiendo los sentimientos que refulgían con reclamo.  

¿Cuánto tiempo podría soportar esa contención? ¿Ese límite? 

¡¿Cuánto?!

Cada día estaba que estaba con él era una prueba, una dificultad para ella. Una silenciosa tentación que no podía sucumbir para no perderlo, no dañar lo que era que estaba siendo entre ellos. Aun así, le hacía sentir raramente feliz. 

Él no lo sabía, aún. 

***

Oliver frunció el ceño. 

No tenía a nadie a su alrededor, solo una mosca cojonera que se sentó a su lado sin haberlo invitado a sentarse con él. Así era lord Wakefield daba igual la opinión de la otra persona, por molestar, haría lo que hiciese en falta, como sentarse... a su lado (para incordiarlo).

— Buenas noches, querido amigo. ¿Ha cenado bien?

No había cenado; había ido directamente al club, a la zona del bar. 

¿Para emborracharse?

Aún no había probado una gota de alcohol. Estaba ahí, dejando pasar el tiempo, buscando explicaciones a... Pero, ¿qué era aquello?, ¿qué era lo que estaba sintiendo por ella? Le inquietaba, le quemaba, le ardía el pecho.

Luego estaba esa nota que le había hecho sonreír. Cosa que él no había hecho. Apretó, inconsciente, el puño encima de la mesa.

¡Era su alumna! Por Dios, no tendría que tener ningún pensamiento por ella.  Frustrado, deslizó una mano por sus cabellos, alborotándolos.

— No, no lo hecho.

— Ya veo, ¿quiere uno? — le tendió un cigarro de su cajetilla metálica; cogió finalmente uno y él, otro —. Puede hacerle sentirse mejor.

Una calada, bien. 

— Discúlpame por el otro día, cuando me marché. 

— Es normal que no le gustara lo que oyó. A nadie le gusta que le diga las verdades.

Le sonrió de manera sarcástica y miró el mantel.

— Claro, sus verdades son como puños.

— Por eso mismo las digo — le respondió con otra sonrisa, un pelín petulante —. La palabra, amigo mío, es un arma muy arrojadiza. Pero calma; me cae bien. Un poco pánfilo es, pero me cae bien.

— ¡¿Pánfilo?! — pestañeó molesto. 

Ahí iba la primera pulla de la noche.

— Sí, le dejó una dama por otro, ¿qué hizo? Llorar y lamerse las heridas sin acostarse con otra mujer que le pudiera animar. Diría que eso es patético, también.

— No me gusta estar en otras sábanas con un cuerpo que es desconocido para mí— masculló —. Es frío.

Gri-gri. No le replicó, sino que le preguntó:

— Ahora, ¿por qué está aquí solo? — enarcó una ceja.

— ¿Y usted? — dio otra calada que la expulsó de sus labios. Serio.

— Aburrido. Nada me atrae.

— En mi caso, simplemente no lo sé.

Lord Wakefield asintió. No dijo más, sabiendo exactamente lo que le ocurría.

¿Y qué le ocurría?

Apagó la colilla encendida, dando por finalizada la conversación. Pero el otro caballero todavía no le había dicho la última palabra, paralizándolo durante unos segundos.

— Le daré un consejo. Uno que puede coger o ignorarme como ha estado haciendo. No la deje escapar si la quiere; puede quedarse sin ella delante de sus narices. Se preguntará durante toda la vida que habría sido "si...". Ahí amigo, ninguna otra mujer le servirá. 

Su corazón dio un latido de más al escucharlo. Iba a replicarle, pero se encontró con la mesa vacía. 

Se preguntará durante toda la vida que habría sido si...  Ahí amigo, ninguna otra mujer le servirá. 

¿Quería atreverse a saberlo?

¿Se atrevería a hacerlo olvidándose de sus principios?

Mírame a mí  © #2 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora