Capítulo 23

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- ¿Entonces no funcionó?

- Te digo por enésima vez: no - como estaban las dos solas en la casa de sus padres, alejadas de las miradas más estrictas, Gigi se permitió sentarse la silla y apoyar la barbilla en sus rodillas. Nadie la podría regañar en su mala postura en la silla.

- ¡Qué injusto! Me ha engañado esa bruja - masculló entre dientes mientras cogía una pasta dulce para comérsela -. ¿Cómo pudo hacerlo? Confiaba en que me diera con las respuestas a todas nuestras plegarias. Veo que en tu caso no ha servido. Me siento engañada.

Eso lo debería decir ella, pero su amiga era tan dramática.

- ¿En el tuyo? - queriendo cambiar de tema, al menos que ella no fuera el foco de la conversación -. ¿Funcionó?

- Aún no he llegado a echárselo a la bebida de algún caballero varonil - para su incredulidad, la joven le demostró que aún lo tenía guardado.

La pócima del amor.

- Tíralo - dijo con aspavientos -. A ver si va a envenenar a alguien.

- No, ¿cómo se te ocurre? Puede ser que esto sea distinto y tenga la suerte de encontrar a mi príncipe azul.

- Sueña aún con ello.

- Ja-ja - se cogió una pasta más -. ¿Y Finnigan?

- ¿Qué pasa con él? - no pudo evitar tensarse.

- Dímelo tú.

- No sé, no he hablado con él desde hacía una semana - desde lo ocurrido en la fiesta, no se lo contó a su amiga-. Aunque lo tendré que hacer para decirle que...

Su beso no había significado nada para ella. Esperaba que tampoco para él.

- ¿Para decirle qué?

- Una tontería - fingió sonreír -. Una tontería, nada más.

***

Pero realmente, no estaba en sus pensamientos Finnigan.

Podría ser que su amistad se hubiera resentido, dado su huida después que la besara. Pero... no tenía interés en buscarlo y hablarlo.

¿Estaría siendo una mala amiga?, se preguntó, distrayéndose en esta pregunta. Quizás, lo fuera. Continuó caminando, los tacones de sus zapatos resonaron sobre el suelo adoquinado. No, no iba a pensar más en ello. Si mereciera la pena, su amistad, se arreglaría más temprano o tarde. Lo que verdaderamente no quería pensar era en él.

Él.

Y una cobarde, tendría que añadir.

Volviendo al tema anterior, solo tenía que esperar al tiempo. Sin embargo, de aquel día no estuvo de su parte cuando salió a comprar ovillos de lana. ¿Para qué? Para hacer muñecos de lana con relleno de algodón. Eso le haría mantenerse "ocupada".

Estaba sola en casa, aunque aún había un tropel de sirvientes en ella. Por otra parte, sus padres se habían ido a pasar el día a casa de unos familiares. Lo único que pedía de ellos era cuando regresaran, no se pelearan de nuevo. Estaba tan aburrida que salió en la tarde a la mecería que estaba cerca. Convenció a su doncella para que no la acompañara porque estaba enferma y no quería que empeorase. Tomó la buena decisión de hacerle caso. En cambio ella, resopló cuando notó las primeras gotas en la cara.

Mírame a mí  © #2 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora