Capítulo 10

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(Aclarar antes de seguir con la lectura, avisaros que me pierdo, se me olvida o paso olímpicamente del protocolo en cuanto al cortejo del que era en ese siglo. Por eso pido disculpas con antelación. Todo es ficción, se acerca o se aleja al contexto histórico. Con este capítulo, se me ha ido la pinza. Con la chapa que os he dado, os dejo con el capítulo. )

No tenía pensado en salir, pero la excusa que le había puesto en bandeja, el señorito Finnigan de salir a dar un paseo, lo aceptó. No dispuso de carabina, cosa que la pondría en diana. No le importó, ya lo hizo anteriormente y no hubo acercamiento por parte del joven para alarmarse o sonar campanas de boda. Las apariencias eran más lo importante. Las apariencias y la posibilidad de que su reputación quedara dañada. Con el ánimo que tenía en ese día, quería que todo ardiera en el mismo infierno, si eso fuera posible. La recuperación de las horas perdidas de sueño no le había sentado bien, pero nada bien.

Así que le importaba si salía a pasear (por una segunda vez, o ¿era una tercera vez?) en compañía del joven.

- Me enorgullece de que haya aceptado mi paseo, nuevamente, señorita Stranford.

Gigi lo miró y apartó la mirada para ver dónde iban sus pies. Al menos era bueno y sincero con ella, aunque pudiera ser un buen candidato como marido, hecho que se le había pasado por la cabeza, no estaba entusiasmada que lo fuera.

- Me apetecía respirar aire fresco. En casa, me aburría mucho.

- Entiendo.

- Lo siento como ha sonado, Finnigan. Está siendo mi peor día que puedo recordar - teniendo en cuenta que su mente no había parado de conjurar imágenes de ellos juntos.

¿Le gustaba sufrir? A ella no le pagaba por ser mártir. Ni le regalaban chucherías por serlo. Si no que le pusieran de ejemplo a Romeo y Julieta, finalmente, acabaron muertos. ¿Y su amor? Según ella, quedó bajo tierra con ellos.

- Quiero que sepa que cuenta con toda mi confianza para que me lo pueda contar. No se lo diré a nadie.

Cuando notó que su mano cogía la suya, ya estaba arrepintiéndose de haber aceptado ese paseo. Estaba siendo demasiado bueno con ella. No se lo merecía.

- Es complicado de decir - si ella misma no lo entendía. Solo deseaba desterrar esas imágenes torturadoras de su mente. Alejó la mano y se disculpó de nuevo - . Creo que tendrá que buscar a otra dama, Finnigan.

- ¿Por qué, si disfruto de su compañía?

Se alejó más de él cuando vino a darse cuenta, era demasiado tarde. A pocos metros, estaban los susodichos de su mente, riéndose por una broma que no oyó por lo lejos que estaban y agarrándose de la mano, como si una pareja se tratara. Lo de anoche no fue una pesadilla. No fue producto de su imaginación. Su vista se puso roja, apretó las manos contra sus costados.

- Porque no le merezco- le soltó abruptamente -. Lo siento, yo...

Quiso girar sobre sus propios pies y huir. Cuando escuchó de su compañero un "oh" bastante audible y comprensible. Quería que la tierra se abriera y se la tragara.

- ¿Es por él?

No parecía enfadado.

- Noooo - ¿era tan evidente? -. No me causa el menor de los sentimientos.

Mientes, le dijo una vocecita interior. Las voces de ellos se escucharon más cerca. Dios, ¡por qué no se iban! Su compañero se convirtió de repente, en un pepito grillo, retándole con la mirada de que si era verdad, que no fuera una cobarde y lo reconociera. Pero ella ni muerta, lo iba a hacer. Infló de aire las mejillas.

- Vámonos.

- No, vamos a seguir con nuestro paseo - faltó añadir "así me lo demuestras".

- No le tengo que demostrarle nada.

- Eso lo veremos - y para sorpresa suya, le agarró de la mano y se la colocó en su brazos.

- Bien - notó la sonrisa de él.

¿Acaso estaba divirtiéndose de la situación?

- Me querría ir.

- Georgina Stranford pensé que era una valiente.

- Ja-ja.

No era valiente. La valentía se había ido por la ventana.

Tuve que agarrarse bien a su brazo cuando ellos y la pareja se vieron de frente en frente. La tensión se palpaba en el aire. Ya las risas se acabaron mientras que Finnigan, parecía el único que no estaba incómodo con la situación. Se saludaron con la correcta cortesía, con la adecuada educación, notándose que no era cómodo para ellos. Fueron unos segundos, unos malditos y largos segundos, de los cuales su compañero le pareció una buena idea alargarlos.

- Lord Quinn, me ha comentado mi encantadora dama que usted da unas clases magníficas.

Trató para que su cara no mostrara ninguna sorpresa, sí, cara de póquer. ¿Desde cuándo se lo había dicho? No lo recordaba. Se lo estaba inventando.

¿Para qué?

- ¿No le ha contado que soy un ogro?

Finnigan se rio. Ella, no.

- ¿Por qué iba a serlo con ella siendo un ángel?

Quiso borrarle la mirada incrédula de él. Pero... claro... estaba el último recuerdo de ellos, ofreciéndole un beso a cambio de dinero. Quería darse una bofetada monumental. ¿Qué más le daba si estaba con ella, con la señorita Rider?

- Sí, un ángel - ahora le tocó el turno él de retarle con la mirada -. Nos vemos en la próxima clase. Hasta más ver.

No dijo palabra, eso fue lo que la delató.

- Georgina, creo que sé cuál es su problema.

- No lo diga. No quiero saberlo.

Ella lo sabía. Lo sabía, pero no quería verlo.

- El problema de no verlo, con el tiempo será más grande.

- ¿Acaso importa? No le intereso. ¿Además, no se suponía que estaba pretendiéndome?

- Esto se torna más interesante si tengo un rival y pelear por su amor- le guiñó el ojo, provocándole que refunfuñara y él se riera por su reacción.

- No tiene rival y no hay amor de por medio - se soltó de su brazo.

- Uno tiene ilusiones - se encogió de hombros.

- Pues recomiendo que no las tenga. Me voy. Adiós, Finnigan.

- ¿No la acompaño a su regreso?

- No.

No le prestó más atención.

¿Por qué le salía todo al revés?

¿Por qué tuvo que encontrárselos?

<<Sí, un ángel>>

- Ojalá tuviera el poder de borrarle su dichosa sonrisa. ¡Lo odio!

Y como no tenía la suerte de su lado, empezó a chispear, mojándola.

- Perfecto, mil veces perfecto - masculló para sí misma.

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Sí, se me ha ido la pinza

Mírame a mí  © #2 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora