Capítulo 28

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Espero que os guste el capítulo!!!

Mucho ánimo!!!

Quería que fuera divertido y bonito. Ya me decís. Este era uno de los capítulos guardados que he cambiado  porque se suponía que era después de que ella hubiera ido a su casa y haber tomado dos o tres copas para pararle a él los pies.

 Para no hacer spoiler, solo decir que en el capítulo original no había "eso".

¿Qué pensáis que es eso?

Besitos y os dejo, también, con una imagen del prota!!

😘😘😘😘

Me parece tan 😍😍😍 ya me entendéis😏

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Envidió que estuviera como una rosa, en cambio, ella tenía unas ojeras dignas para competir con las de un mapache. No había dormido por su culpa, por culpa de ese beso que le encogió las entrañas y que había estado rememorando toda la noche, dando vueltas en la cama. Hasta se había caído de ella, con un enredo de sábanas en sus pies.

No podía ser más torpe, llevándose una mano mentalmente. Pero él no lo tenía que saber. Entrecerró los ojos desconfiada, al menos que fuera un genio de la lámpara y no lo sabía. 

La tensión se palpaba en el aire, pero aun así, él quería sobrepasar el límite de su paciencia. La miraba con una sonrisa de oreja a oreja, adivinando su estado. No era para menos, arrastró los pies hasta dejarse caer hacia el banco. Gruñó, demostrando de que era una delicada paloma. Sí, una delicada y educada paloma. Sí, señor. Se erizó cuando oyó su risa, envolviéndola.

— No se ría a mi costa — no iba a decirlo en voz alta, pero le encantó su risa. Le dio un codazo, pinchándole.

 Sin remedio alguno, se sonrojó, pero su profesor no se dio cuenta de ello. Menos mal. Por el contrario, ella se quedó mirándolo. Aunque tuviera que hacer el tonto, no le importaría hacerlo de nuevo, si escuchaba su risa otra vez.

¡Qué arrogante era!

— No ha sido mi intención — aún sonaba el eco de ello, ¿o era su corazón que golpeaba tan fuerte?

— Ya... — frunció su naricilla y él ladeó su rostro con una de sus características medias sonrisas —. Falsa modestia. Podría tener un poco más de compasión. 

— No me cree.

— ¿Le tengo que creer? — sin querer deslizó su brazo hacia atrás, topándose con el aire y no con el sólido banco. Se iba a caer y, de manera torpe y torcida — ¡Qué vergüenza! — viéndose a sí misma con medio cuerpo en el banco y la otra en el suelo, cuando él tuvo el bueno reflejo de agarrarla y recogerla.

Se le subió el corazón a la garganta nada más sentir su mano en su brazo y la otra en la cintura. Su calor la alcanzó y la atravesó.

— No me reiré, pero intente no caerse — su voz tan cerca.

Otra vez esa risa, que sonaba como una cascada y acariciaba como la caricia de terciopelo.

— No lo he hecho aposta — él, que todavía la tenía sujeta, no fue consciente de la cercanía hasta que ella alzó su rostro y lo miró.

— ¿No? — se le olvidó lo que iba a decir.

¿Qué iba a decir?

Ella se mordió el labio, nerviosa. La mirada del hombre fue atraída por ese inocente y pecaminoso movimiento...

— No — tenía la garganta seca y solo quería... Sus ojos fueron a parar hacia la boca del hombre.

Repetir el beso de ayer.

Notó el aire crepitar, la respiración entrecortarse. Hasta que sonó la puerta abrirse y se apartaron como si algo les hubiera golpeado. Tuvo la suerte de apartarse y no caerse esa vez. Se puso en pie y miró a la criada. Traía una bandeja.

— Señorita, su bebida.

— Gracias — no se había acordado de que había pedido una limonada —. ¿Le puede traer una al señor? ¿Quiere?

La criada esperó su respuesta, él asintió.

— ¿A qué se debe ese gesto de amabilidad? — le preguntó con la mirada chispeante.

— Debido a que me he acordado que quiero ir al cielo, tengo que comportarme como un angelito.

Él no se lo creyó ni por un segundo. 

La bebida fue traída para el caballero. La criada se marchó dejándolos a solas.

— ¿Quiere ser una buena samaritana?

— Nunca es tarde para empezar — parecía ser que le estaba diciendo otra cosa.

Se percató de su sonrisa y se volvió hacia él.

— ¿Qué le causa risa ahora?

— Nada, empecemos — sin embargo, la sonrisa no desapareció de sus labios.

Aunque no tenía razón de estarlo, estaba orgullosa de sí misma de habérsela sacado de sus labios. No puso ninguna objeción, en cambio, lo observó, feliz, estando con él. Solo apartaba la mirada cuando sentía de que podía pillarla con las manos en la masa. La pilló en más de una vez.

— Me distrae — le dijo como justificación. 

— No puedo dejar de mirarla.

Oh, y su corazón brincó. 

¿Qué podía decir para rebatirle? Piensa rápido.

— No me diga esas cosas — le gruñó —. Ya le he dicho que quiero ser buena; por favor, compórtese. Es mi profesor, no un niño malcriado.

— ¿Un niño malcriado? — enarcó las cejas, fingiendo que se había ofendido —. Ay, señorita ha herido mi orgullo.

Puro teatro.

— No lo he herido; tiene demasiado— pegó un gritito cuando él, en un movimiento ágil, la alzó a su regazo.

Sus mejillas se encendieron y lo empujó, intentando ganar un poco de dignidad.

— ¿Ahora quiere ser una buena samaritana?

Un escalofrío recorrió por su espina dorsal.

— Sí.

¡Qué Dios la perdonase! 

Por decir mentiras porque realmente no quería serlo. El caballero lo había intuido porque profundizó el abrazo, provocando que su corazón se desbocara y su respiración se le entrecortara. A él, también, se le entrecortó. Lo notó. 

Sus frentes se juntaron mientras respiraron desbordados por las emociones, pero sin dar el brazo a torcer. Pero finalmente, cedieron a los sentimientos. Dejaron atrás los fingimientos, las bromas y en cuanto, sus labios se rozaron, lo sintieron de nuevo, atravesándoles el imperioso deseo.

 El beso de ayer estaba presente en ellos, en su sangre, haciéndoles recordar que no era un sueño como el que estaban viviendo ahora.

Se besaron bajo el abrigo de esa habitación, con el eco de unas notas que marcaban sus corazones. Se besaron a escondidas de los demás, pero no para ellos, siendo conscientes del uno hacia el otro. Se besaron, siendo el comienzo de algo más.

Mírame a mí  © #2 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora