Capítulo 36 (último capítulo)

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Chic@s!! Falta el epílogo. Os quería a agradecer a todas vosotras por vuestra confianza y haberle dado una oportunidad.  He decidido darle punto final. Falta el epílogo. Espero que os haya gustado esta historia. Ha sido muy breve. De todas formas, gracias por haberme acompañado!!!

Gracias!!

😘😘😘😘😘

Los pasos apresurados y las voces elevadas procedían del pasillo, asustándola. Imaginándose lo peor, salió para defender a Oliver cuando se encontró con una estampa diferente. Tuvo que retroceder porque podría haber chocado con una mujer, que no había esperado ver.

— Lo siento, señorita. No ha entendido de que no era bien recibida.

— Está bien, Joseph. Pase — dijo con la voz acerada, pero eso no la amedrantó. Cerró la puerta, no sin antes de pedirle al mayordomo que le comunicase a Oliver que esperase —. ¿A qué le tengo el placer de atenderla, lady Rider? 

Se mantuvo tranquila frente a la ex-amante de su profesor, que estuvo un largo rato observando la estancia.

— ¿Aquí es dónde dedica las clases de música?

—  ¿Por qué le interesa eso ahora? Le tengo que decir que va mal informada y con retraso— suplicó mentalmente que Dios no la castigara por mentir, y tuviera la mala suerte de que su padre le negara su aprobación —. Ya no es mi profesor, sino mi prometido.

Los ojos de la mujer brillaron peligrosamente.

— ¿Qué pretensión tiene con decirme eso? ¿Quiere que me muera de la envidia?

Negó con la cabeza.

— No; le estoy diciendo que no es nada suyo para venir a mi casa a reclamarme, porque eso ha venido, ¿verdad?

No lo negó, sino que alzó la barbilla, enfretándola. Si no tuviera poco, se acercó para recalcarle.

— Tiene demasiada confianza en ello, diría que mucha. Yo de usted, no estaría tan confiada — le dedicó una mirada desdeñosa —. ¿Quién sabe uno puede cansarse de sus caprichos y decide volver a mi lado?

— No lo creo — le demostró que no le había afectado su comentario venenoso con una sonrisa —. Además, no me conoce. 

— Ya... una chica que lo ha tenido todo, no puede con la idea que otra dama se lo pueda arrebatar.

Inspiró hondo para no sacarla a empujones.

— ¿Algo más, señorita Rider? Estoy cansada de oír la misma historia. Si me permite, le indicaré el camino de vuelta — le abrió la puerta para que se fuera —. Si la próxima quiere visitarme, lo hará, dirigiéndose a mí como lady Quinn, gracias.

— ¡Será...! — su insultó quedó amortiguado tras la puerta que la cerró delante de sus narices.

— Cansina — tembló aún con la impotencia recorriéndole por el cuerpo.

¡Cómo se había atrevido! De fondo, podía oír su voz, mezclándose con otras. Dio un respingo cuando lo reconoció. Salió y miró como su prometido le pedía que saliera de allí. Estaba enfadado. Sus miradas se cruzaron.

— ¿Qué es este jaleo? — inquirió lord Stranford.

— No es importante, señor — saltó Joseph a su ayuda —. Ya la señorita Rider se marchaba.

— Espero por su bien, lord Quinn, haya cortado cualquier relación con ella, no toleraré una falta de respeto hacia mi hija. 

Gigi se le encogió el corazón. Fue directa hacia Oliver, que tenía la mirada fiera, y le puso una mano sobre su brazo. La situación no era agradable para ninguno de ellos, pero quería hacerle entender que estaba con él.

— No hay ninguna relación.

— Oliver... 

— Lord Quinn para usted.

— Señorita Rider, venga conmigo, por favor.

El mayordomo se llevó a una joven que tenía  los hombros hundidos. Derrotada. No le hizo falta saber más que ya no había remedido para recuperar lo perdido. La maldijo en silencio, la maldijo. Rezó para que algún día recibiera todo el mal que le había hecho. 

Oliver inspiró hondo.

— Lamento todo lo sucedido.

— No es su culpa — Georgina miró a su padre, que estaba callado —. Esto no me hace cambiar de opinión, padre. No sé si habéis llegado a una conclusión — no dijeron ni una palabra, poniéndola más nerviosa. Tomó aliento y valentía —, pero quiero que sepa que lo quiero y quiero que sea mi esposo, da igual, si le gusta o no.

— ¿Eso es todo, hija?

— No lo seré más si me niega su apoyo.

Oliver la miró sorprendido. Iba a hablar porque no hacía falta llegar a ese extremo cuando se le adelantó el otro caballero, que cabeceó y sonrió.

— Le había dicho que sí, Georgina. Ahora, si me disculpáis, voy a ocuparme de otros asuntos.

Abrió la boca incrédula.

— ¿Ha aceptado?

— Me ha costado convencerlo; he tenido que usar todo mi encanto — fingió que había sido una tarea muy ardua cuando fue pan comido —, pero finalmente... ha dicho que "sí". Ahora querida puede darme la enhorabuena...

Le dio la enhorabuena como bien se merecía, un beso que le supo a gloria. 

— Te amo.

Abrigó su cara con sus dos manos, y mirándola, le declaró, una vez más, su amor.

— Yo a ti, más, mi hermosa Georgina Quinn.







Mírame a mí  © #2 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora